Página 264 - Los Hechos de los Ap

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Capítulo 35—La salvación ofrecida a los judíos
Este capítulo está basado en Romanos.
Después de muchas demoras inevitables, Pablo llegó por fin a
Corinto, escenario de tan ansiosas labores pasadas, y por un tiempo
el objeto de su profunda solicitud. Encontró que muchos de los
primeros creyentes todavía le consideraban con afecto como el que
les había llevado primero la luz del Evangelio. Cuando saludó a estos
discípulos y vió las evidencias de su fidelidad y celo, se regocijó
porque su trabajo en Corinto no había sido estéril.
Los creyentes corintios, una vez tan propensos a perder de vista
su alta vocación en Cristo, habían desarrollado fuerza de carácter
cristiano. Sus palabras y hechos revelaban el poder transformador
de la gracia de Dios, y eran ahora una poderosa fuerza para el bien
en ese centro de paganismo y superstición. En la asociación de sus
amados compañeros y estos fieles conversos, el cansado y turbado
espíritu del apóstol halló reposo.
Durante su estada en Corinto tuvo Pablo tiempo para vislumbrar
nuevos y más dilatados campos de servicio. Pensaba especialmente
en su proyectado viaje a Roma. Una de sus más caras esperanzas y
acariciados planes era ver firmemente establecida la fe cristiana en la
gran capital del mundo conocido. Ya había una iglesia en Roma y el
apóstol deseaba obtener la cooperación de sus miembros para la obra
que debía hacerse en Italia y otros países. A fin de preparar el camino
para sus labores entre aquellos hermanos, muchos de los cuales le
eran todavía desconocidos, les escribió una carta anunciándoles su
propósito de visitar a Roma y su esperanza de enarbolar el estandarte
de la cruz en España.
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En su Epístola a los Romanos, Pablo expuso los grandes prin-
cipios del Evangelio. Declaró su posición respecto a las cuestiones
que perturbaban a las iglesias judías y gentiles, y mostró que las es-
peranzas y promesas que habían pertenecido una vez especialmente
a los judíos, se ofrecían ahora también a los gentiles.
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