Página 265 - Los Hechos de los Ap

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La salvación ofrecida a los judíos
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Con gran claridad y poder el apóstol presentó la doctrina de la
justificación por la fe en Cristo. Esperaba que otras iglesias tam-
bién fueran ayudadas por la instrucción enviada a los cristianos de
Roma. ¡Pero cuán obscuramente podía prever la extensa influencia
de sus palabras! A través de todos los siglos, la gran verdad de la
justificación por la fe ha subsistido como un poderoso faro para
guiar a los pecadores arrepentidos al camino de la vida. Fué esta
luz la que disipó las tinieblas que envolvían la mente de Lutero, y
le reveló el poder de la sangre de Cristo para limpiar del pecado.
La misma luz ha guiado a la verdadera fuente de perdón y paz a
miles de almas abrumadas por el pecado. Todo creyente cristiano
tiene verdaderamente motivo para agradecer a Dios por la epístola
dirigida a la iglesia de Roma.
En esta carta, Pablo expresó libremente su preocupación por
los judíos. Siempre, desde su conversión, había anhelado ayudar a
sus hermanos judíos a obtener una clara comprensión del mensaje
evangélico. “La voluntad de mi corazón y mi oración a Dios sobre
Israel—declaró él—es para salud.”
No era un deseo común que sentía el apóstol. Pedía constante-
mente a Dios que le permitiera trabajar en favor de los israelitas
que no reconocían a Jesús de Nazaret como el Mesías prometido.
“Verdad digo en Cristo—aseguró a los creyentes de Roma,—no
miento, dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo, que
tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara
yo mismo ser apartado de Cristo por mis hermanos, los que son
mis parientes según la carne; que son Israelitas, de los cuales es la
adopción, y la gloria, y el pacto, y la data de la ley, y el culto, y las
promesas; cuyos son los padres, y de los cuales es Cristo según la
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carne, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos.”
Los judíos eran el pueblo escogido de Dios, por medio del cual
se había propuesto bendecir a todo el género humano. De entre ellos
Dios había levantado muchos profetas. Estos habían predicho el
advenimiento de un Redentor que iba a ser rechazado y muerto por
aquellos que hubieran debido ser los primeros en reconocerlo como
el Prometido.
El profeta Isaías, mirando hacia adelante a través de los siglos y
presenciando el rechazamiento de profeta tras profeta y finalmente el
del Hijo de Dios, fué inspirado a escribir concerniente a la aceptación