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Los Hechos de los Apóstoles
del Redentor por aquellos que nunca antes habían sido contados
entre los hijos de Israel. Refiriéndose a esta profecía, Pablo declara:
“E Isaías determinadamente dice: Fuí hallado de los que no me
buscaban; manifestéme a los que no preguntaban por mí. Mas acerca
de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y
contradictor.”
Aunque Israel rechazó a su Hijo, Dios no los rechazó a ellos.
Escuchemos cómo continúa Pablo su argumento: “Digo pues: ¿Ha
desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo
soy Israelita, de la simiente de Abraham, de la tribu de Benjamín. No
ha desechado Dios a su pueblo, al cual antes conoció. ¿O no sabéis
qué dice de Elías la Escritura? como hablando con Dios contra Israel
dice: Señor, a tus profetas han muerto, y tus altares han derruído;
y yo he quedado solo, y procuran matarme. Mas ¿qué le dice la
divina respuesta? He dejado para mí siete mil hombres, que no han
doblado la rodilla delante de Baal. Así también, aun en este tiempo
han quedado reliquias por la elección de gracia.”
Israel había tropezado y caído, pero esto no hacía imposible que
se volviera a levantar. En respuesta a la pregunta: “¿Han tropezado
para que cayesen?” el apóstol replica: “En ninguna manera; mas
por el tropiezo de ellos vino la salud a los Gentiles, para que fuesen
provocados a celos. Y si la falta de ellos es la riqueza del mundo,
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y el menoscabo de ellos la riqueza de los Gentiles, ¿cuánto más
el henchimiento de ellos? Porque a vosotros hablo, Gentiles. Por
cuanto pues, yo soy apóstol de los Gentiles, mi ministerio honró,
por si en alguna manera provocase a celos a mi carne, e hiciese
salvos a algunos de ellos. Porque si el extrañamiento de ellos es la
reconciliación del mundo, ¿qué será el recibimiento de ellos, sino
vida de los muertos?”
Era el propósito de Dios que su gracia se revelara entre los
gentiles tanto como entre los israelitas. Esto había sido anunciado
claramente en las profecías del Antiguo Testamento. El apóstol usa
algunas de estas profecías en su argumento. “¿O no tiene potestad
el alfarero—pregunta—para hacer de la misma masa un vaso para
honra, y otro para vergüenza? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar la
ira y hacer notoria su potencia, soportó con mucha mansedumbre
los vasos de ira preparados para muerte, y para hacer notorias las
riquezas de su gloria, mostrólas para con los vasos de misericordia