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Los Hechos de los Apóstoles
insensatos!—exclamó,—¿quién os fascinó, para no obedecer a la
verdad, ante cuyos ojos Jesucristo fué ya descrito como crucificado
entre vosotros? Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el
Espíritu por las obras de la ley, o por el oír de la fe? ¿Tan necios
sois? ¿habiendo comenzado por el Espíritu, ahora os perfeccionáis
por la carne? ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si empero en
vano. Aquel, pues, que os daba el Espíritu, y obraba maravillas entre
vosotros ¿hacíalo por las obras de la ley, o por el oír de la fe?”
Así Pablo emplazó a los creyentes de Galacia ante el tribunal de
su propia conciencia, y trató de detenerlos en su conducta. Confiando
en el poder de Dios para salvar, y rehusando reconocer las doctrinas
de los maestros apóstatas, el apóstol se esforzó por inducir a los
conversos a ver que habían sido groseramente engañados, pero que
retornando a su fe anterior en el Evangelio, podrían sin embargo
frustrar el propósito de Satanás. Tomó partido firmemente del lado
de la verdad y la justicia; y su suprema fe y confianza en el mensaje
que predicaba ayudaron a muchos cuya fe había fallado, a recuperar
su lealtad al Salvador.
¡Cuán diferente del modo en que Pablo escribió a la iglesia de
Corinto, fué el proceder que siguió hacia los Gálatas! A la prime-
ra la reprendió con cuidado y ternura; a los últimos, con palabras
de despiadado reproche. Los corintios habían sido vencidos por la
tentación. Engañados por los ingeniosos sofismas de maestros que
presentaban errores bajo el disfraz de la verdad, se habían confundi-
do y desorientado. El enseñarles a distinguir lo falso de lo verdadero
requería cautela y paciencia. La severidad o la prisa imprudente
de parte de Pablo hubiera destruído su influencia sobre muchos de
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aquellos a quienes anhelaba ayudar.
En las iglesias Gálatas, el error abierto y desenmascarado estaba
suplantando al mensaje evangélico. Cristo, el verdadero fundamento
de la fe, era virtualmente desplazado por las anticuadas ceremonias
del judaísmo. El apóstol vió que para salvar a los creyentes Gálatas
de las peligrosas influencias que los amenazaban, debían tomarse las
más decisivas medidas, darse las más penetrantes amonestaciones.
Una importante lección que todo ministro de Cristo debe apren-
der es que debe adaptar sus labores a la condición de aquellos a
quienes trata de beneficiar. La ternura, la paciencia, la decisión y
la firmeza son igualmente necesarias; pero han de ejercerse con la