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Los Hechos de los Apóstoles
a tiempo para celebrar allí la Pascua, pero tenía la esperanza de
encontrarse allí para Pentecostés.
Los compañeros de Pablo y Lucas eran “Sopater Bereense, y los
Tesalonicenses, Aristarco y Segundo; y Gayo de Derbe, y Timoteo; y
de Asia, Tychico y Trófimo”. Pablo tenía consigo una gran suma de
dinero de las iglesias de los gentiles, la cual se proponía colocar en
las manos de los hermanos que tenían a su cargo la obra en Judea; y
por esta causa hizo arreglos para que estos hermanos, representantes
de varias de las iglesias que habían contribuido, le acompañaran a
Jerusalén.
En Filipos, Pablo se detuvo para observar la Pascua. Sólo Lucas
quedó con él; los otros miembros del grupo siguieron hasta Troas
para esperarlo allí. Los filipenses eran los más amantes y sinceros de
entre los conversos del apóstol, y durante los ocho días de la fiesta,
él disfrutó de una pacífica y gozosa comunión con ellos.
Saliendo de Filipos, Pablo y Lucas alcanzaron a sus compañeros
en Troas cinco días después, y permanecieron durante siete días con
los creyentes de allí.
En la última tarde de su estada, los hermanos se juntaron “a partir
el pan.” El hecho de que su amado maestro estaba por partir había
hecho congregar a un grupo más numeroso que de costumbre. Se
reunieron en un “aposento alto” en el tercer piso. Allí, movido por
el fervor de su amor y solicitud por ellos, el apóstol predicó hasta la
medianoche.
En una de las ventanas abiertas estaba sentado un joven llamado
Eutico. En ese lugar peligroso se durmió, y cayó al patio de abajo.
Inmediatamente todo fué alarma y confusión. Se alzó al joven muer-
to, y muchos se juntaron en su derredor con lamentos y duelo. Pero
Pablo, pasando por en medio de la congregación asustada, lo abrazó
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y ofreció una oración fervorosa para que Dios restaurara la vida al
muerto. Lo pedido fué concedido. Por encima de las voces de duelo
y lamento, se oyó la del apóstol que decía: “No os alborotéis, que su
alma está en él.” Los creyentes se volvieron a reunir gozosos en el
aposento alto. Participaron en la comunión, y entonces Pablo “habló
largamente, hasta el alba.”
El barco en que Pablo y sus compañeros querían continuar su
viaje estaba por zarpar, y los hermanos subieron a bordo apresu-
radamente. El apóstol mismo, sin embargo, decidió seguir la ruta