Página 279 - Los Hechos de los Ap

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Último viaje de Pablo a Jerusalén
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rebaño. Su propio ejemplo debe ilustrar sus instrucciones y reforzar-
las. Como maestros del camino de la vida, no deberían dar ocasión
para que se hable mal de la verdad. Como representantes de Cristo,
deben mantener el honor de su nombre. Mediante su devoción, la
pureza de su vida, su conversación piadosa, deben mostrarse dignos
de su elevada vocación.
Se le revelaron al apóstol los peligros que iban a asaltar a la
iglesia de Efeso. “Porque yo sé—dijo—que después de mi partida
entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al
ganado; y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen
cosas perversas, para llevar discípulos tras sí.” Pablo temblaba por
la iglesia cuando, al pensar en el futuro, veía los ataques que iba a
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sufrir de enemigos exteriores e interiores. Aconsejó solemnemente
a sus hermanos que guardasen vigilantemente su sagrado cometido.
Como ejemplo, mencionó sus incansables trabajos entre ellos: “Por
tanto, velad, acordándoos que por tres años de noche y de día, no he
cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.
“Y ahora, hermanos—continuó,—os encomiendo a Dios, y a
la palabra de su gracia: el cual es poderoso para sobreedificar, y
daros heredad con todos los santificados. La plata, o el oro, o el
vestido de nadie he codiciado.” Algunos de los hermanos efesios eran
ricos, pero nunca había tratado Pablo de obtener de ellos beneficio
personal. No era parte de su mensaje llamar la atención a sus propias
necesidades. “Para lo que me ha sido necesario, y a los que están
conmigo, estas manos—declaró—me han servido.” En medio de sus
arduas labores y largos viajes por la causa de Cristo, él pudo no sólo
suplir sus propias necesidades, sino tener algo para el sostén de sus
colaboradores y el alivio de los pobres dignos. Esto lo logró por una
diligencia incansable y estricta economía. Bien podía citarse como
ejemplo al decir: “En todo os he enseñado que, trabajando así, es
necesario sobrellevar a los enfermos, y tener presentes las palabras
del Señor Jesús, el cual dijo: Mas bienaventurada cosa es dar que
recibir.
“Y como hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con
todos ellos. Entonces hubo un gran lloro de todos: y echándose en el
cuello de Pablo, le besaban, doliéndose en gran manera por la palabra
que dijo, que no habían de ver más su rostro. Y le acompañaron al
navío.”