Página 282 - Los Hechos de los Ap

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Capítulo 38—La prisión de Pablo
Este capítulo está basado en Hechos 21:17 a 23:35.
“Y cuando llegamos a Jerusalem, los hermanos nos recibieron
de buena voluntad. Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a
Jacobo, y todos los ancianos se juntaron.”
En esa ocasión Pablo y sus acompañantes presentaron formal-
mente a los dirigentes de la obra en Jerusalén las contribuciones
enviadas por las iglesias gentiles para el sostén de los pobres entre
sus hermanos judíos. El juntar estas contribuciones había costado
al apóstol y a sus colaboradores mucho tiempo, mucha reflexión
ansiosa y labor cansadora. La suma, que excedía en mucho a las
expectativas de los ancianos de Jerusalén, representaba mucho sacri-
ficio y aun severas privaciones de parte de los creyentes gentiles.
Estas ofrendas voluntarias expresaban la lealtad de los conversos
gentiles a la obra de Dios organizada en todo el mundo, y todos
debieran haberlas recibido con agradecimiento. Sin embargo, era
evidente para Pablo y sus acompañantes, que aun entre aquellos
delante de los cuales estaban en ese momento, había quienes eran in-
capaces de apreciar el espíritu de amor fraternal que había inspirado
esos donativos.
En los primeros años del trabajo evangélico entre los gentiles,
algunos de los principales hermanos de Jerusalén, aferrándose a
anteriores prejuicios y modos de pensar, no habían cooperado de
corazón con Pablo y sus asociados. En su ansiedad por conservar
algunas formas y ceremonias carentes de significado habían perdido
de vista las bendiciones que les reportaría a ellos y a la causa que
amaban un esfuerzo por unir en una todas las fases de la obra de
Dios. Aunque deseosos de proteger los mejores intereses de la iglesia
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de Cristo, habían dejado de mantenerse al paso con la marcha de las
providencias de Dios, y en su sabiduría humana, trataban de imponer
a los obreros muchas restricciones innecesarias. Así se levantó un
grupo de hombres que no conocían personalmente las circunstancias
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