Página 283 - Los Hechos de los Ap

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La prisión de Pablo
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cambiantes y las necesidades peculiares afrontadas por los obreros
en los países distantes, pero quienes insistían, sin embargo, en que
tenían autoridad para ordenar a los hermanos de esos países que
siguieran ciertos métodos determinados de trabajo. Creían que la
obra de predicar el Evangelio debía hacerse de acuerdo con sus
opiniones.
Varios años habían pasado desde que los hermanos de Jerusalén,
con los representantes de otras iglesias principales, habían conside-
rado cuidadosamente las serias cuestiones que se habían suscitado
en cuanto a los métodos seguidos por los que trabajaban por los gen-
tiles. Como resultado de ese concilio, los hermanos habían hecho
unánimemente ciertas recomendaciones a las iglesias referentes a
algunos ritos y costumbres, inclusive la circuncisión. En ese concilio
general, los hermanos habían recomendado a las iglesias cristianas
y con la misma unanimidad a Bernabé y Pablo como colaboradores
dignos de la plena confianza de cada creyente.
Entre los que estaban presentes en aquella reunión, había algunos
que habían criticado severamente los métodos de labor seguidos
por los apóstoles sobre quienes pesaba la principal responsabilidad
de llevar el Evangelio a los gentiles. Pero durante el concilio, sus
conceptos del propósito de Dios se habían ampliado, y ellos se
habían unido con sus hermanos para tomar varias decisiones que
hacían posible la unificación de todo el cuerpo de creyentes.
Después, cuando se vió que crecía rápidamente el número de
conversos entre los gentiles, algunos de los principales hermanos
radicados en Jerusalén volvieron a acariciar sus anteriores prejuicios
contra los métodos de Pablo y sus asociados. Estos prejuicios se
fortalecieron con el transcurso de los años, hasta que algunos de
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los dirigentes llegaron a la conclusión de que la obra de predicar
el Evangelio debía realizarse desde entonces de acuerdo con sus
propias ideas. Si Pablo conformaba sus métodos a ciertos planes de
acción que ellos defendían, reconocerían y apoyarían su trabajo; de
otra manera, no le considerarían más con favor ni le apoyarían.
Estos hombres habían perdido de vista el hecho de que Dios
es el Maestro de su pueblo; que todo obrero de su causa ha de
adquirir una experiencia individual en pos del divino Dirigente, sin
mirar al hombre en procura de dirección; que sus obreros deben ser