Página 289 - Los Hechos de los Ap

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La prisión de Pablo
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negado tercamente a escucharle. Pero el relato de su experiencia
fué acompañado de tan convincente poder que momentáneamente
pareció enternecer y rendir los corazones.
Entonces se esforzó por mostrar que su trabajo entre los gentiles
no había sido emprendido por su propia elección. El había deseado
trabajar entre su propia nación; pero en ese mismo templo la voz
de Dios le había hablado en santa visión, y había dirigido sus pies
“lejos a los Gentiles.”
Hasta este punto la gente había escuchado con mucha atención;
pero cuando Pablo llegó en su relato al punto en que dijo que había
sido escogido como embajador de Cristo a los gentiles, volvió a
estallar la furia del pueblo; pues, acostumbrados a considerarse
como único pueblo favorecido por Dios, no querían consentir en que
los menospreciados gentiles participasen de los privilegios que hasta
entonces tuvieron por exclusivamente suyos. Levantando sus voces
sobre la del orador, gritaron: “Quita de la tierra a un tal hombre,
porque no conviene que viva.”
“Y dando ellos voces, y arrojando sus ropas y echando polvo al
aire, mandó el tribuno que le llevasen a la fortaleza, y ordenó que
fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así
contra él.
“Y como le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que
estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un hombre Romano sin ser
condenado? Y como el centurión oyó esto, fué y dió aviso al tribuno,
diciendo: ¿Qué vas a hacer? porque este hombre es Romano. Y
viniendo el tribuno, le dijo: Dime, ¿eres tú Romano? Y él dijo: Sí. Y
respondió el tribuno: Yo con grande suma alcancé esta ciudadanía.
Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento. Así que, luego
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se apartaron de él los que le habían de atormentar: y aun el tribuno
también tuvo temor, entendiendo que era Romano, por haberle atado.
“Y al día siguiente, queriendo saber de cierto la causa por qué
era acusado de los Judíos, le soltó de las prisiones, y mandó venir
a los príncipes de los sacerdotes, y a todo su concilio: y sacando a
Pablo, le presentó delante de ellos.”
El apóstol iba ahora a ser juzgado por el mismo tribunal del que
había formado parte antes de su conversión. Ante los magistrados
judíos compareció con tranquilo aspecto, y su semblante denotaba
la paz de Cristo. “Poniendo los ojos en el concilio—dijo:—Varones