Página 291 - Los Hechos de los Ap

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La prisión de Pablo
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berante en una escena de lucha y salvaje confusión. Pablo sentía que
el nombre de su Dios había sido injuriado a la vista de los paganos.
Y ahora estaba en la cárcel, y sabía que sus enemigos, impulsados
por su extrema maldad, recurrirían a cualquier medio para matarlo.
¿Podía ser que hubiera terminado su obra por las iglesias, y que
entrarían ahora en ellas lobos rapaces? La causa de Cristo estaba muy
cerca del corazón de Pablo, y con profunda ansiedad pensaba en los
peligros de las diseminadas iglesias, expuestas a las persecuciones
de hombres tales como los que había encontrado en el concilio del
Sanedrín. Angustiado y descorazonado, lloró y oró.
En aquella hora tenebrosa el Señor no olvidó a su siervo. Le
había librado de las turbas asesinas en los atrios del templo. Estuvo
con él ante el concilio del Sanedrín. Estaba con él en la fortaleza;
y se reveló a su fiel testigo en respuesta a las fervorosas oraciones
en procura de dirección. “Y la noche siguiente, presentándosele el
Señor, le dijo: Confía, Pablo; que como has testificado de mí en
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Jerusalem, así es menester testifiques también en Roma.”
Pablo deseaba desde hacía mucho tiempo visitar a Roma. An-
helaba grandemente testificar por Cristo allí; pero pensaba que la
enemistad de los judíos había frustrado su propósito. Poco se figura-
ba, aun ahora, que iría en calidad de preso.
Mientras el Señor animaba a su siervo, los enemigos de Pablo
tramaban afanosamente su destrucción. “Y venido el día, algunos de
los Judíos se juntaron, e hicieron voto bajo de maldición, diciendo
que ni comerían ni beberían hasta que hubiesen muerto a Pablo.
Y eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración.”
Este era un ayuno como el que el Señor, por medio de Isaías, había
condenado: “Para contiendas y debates ayunáis, y para herir con el
puño inicuamente.”
Isaías 58:4
.
Los conspiradores “se fueron a los príncipes de los sacerdotes
y a los ancianos, y dijeron: Nosotros hemos hecho voto debajo de
maldición, que no hemos de gustar nada hasta que hayamos muerto
a Pablo. Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno
que le saque mañana a vosotros como que queréis entender de él
alguna cosa más cierta; y nosotros, antes que él llegue, estaremos
aparejados para matarle.”