Página 298 - Los Hechos de los Ap

Basic HTML Version

294
Los Hechos de los Apóstoles
a hablar particularmente de las virtudes esenciales del carácter cris-
tiano, de las cuales la arrogante pareja se hallaba tan notablemente
desprovista.
Reveló a Félix y Drusila el carácter de Dios: su justicia, su
equidad y la naturaleza de su ley. Mostró claramente que es el
deber del hombre vivir una vida sobria y temperante, teniendo las
pasiones bajo el dominio de la razón, de acuerdo con la ley de
Dios, conservando sanas las facultades físicas y mentales. Declaró
que vendría seguramente un día de juicio en el cual todos serían
recompensados de acuerdo con las acciones hechas en el cuerpo, y
cuando se revelaría claramente que las riquezas, la posición o los
títulos son impotentes para conquistarle al hombre el favor de Dios,
o librarlo de los resultados del pecado. Mostró que esta vida es el
tiempo concedido al hombre para prepararse para la vida futura.
Si descuidara los actuales privilegios y oportunidades, sufriría una
pérdida eterna; no se le daría un nuevo tiempo de gracia. Pablo se
explayó especialmente en las abarcantes exigencias de la ley de Dios.
Explicó que alcanza a los profundos secretos de la naturaleza moral
del hombre y derrama un raudal de luz sobre lo que se ha ocultado
[339]
de la vista y el conocimiento de los hombres. Lo que las manos
pueden hacer o la lengua puede declarar, lo que la vida entera revela,
no muestra sino imperfectamente el carácter moral del hombre. La
ley discierne los pensamientos, motivos y propósitos. Las obscuras
pasiones que yacen ocultas de la vista de los hombres, como el
celo, el odio, la concupiscencia y la ambición, las malas acciones
meditadas en las obscuras reconditeces del alma, aunque nunca se
hayan realizado por falta de oportunidad: todo esto lo condena la ley
de Dios.
Pablo trató de dirigir los pensamientos de sus oyentes hacia el
gran sacrificio hecho por el pecado. Señaló los sacrificios que eran
sombra de los bienes venideros, y presentó entonces a Cristo como
la realidad prefigurada por todas esas ceremonias: el objeto al cual
todas señalaban como la única fuente de vida y esperanza para el
hombre caído. Los santos hombres de la antigüedad se salvaron por
la fe en la sangre de Cristo. Mientras miraban las agonías de muerte
de las víctimas sacrificadas, contemplaban a través del abismo de los
siglos al Cordero de Dios que habría de quitar el pecado del mundo.