Página 300 - Los Hechos de los Ap

Basic HTML Version

296
Los Hechos de los Apóstoles
en el corazón del carcelero, y temblando confesó sus pecados y
halló perdón. Félix tembló pero no se arrepintió. El carcelero dió
alegremente la bienvenida al Espíritu de Dios en su corazón y en su
hogar; Félix pidió al mensajero divino que se fuera. El uno escogió
llegar a ser hijo de Dios y heredero del cielo; el otro echó su suerte
con los obradores de iniquidad.
Durante dos años no se siguió el juicio contra Pablo, pero quedó
preso. Félix le visitó varias veces y escuchaba atentamente sus
[341]
palabras. Pero el verdadero motivo de esta amistad aparente era un
deseo de lucro, pues insinuó que por el pago de una gran suma de
dinero Pablo podría obtener su libertad. El apóstol, sin embargo,
era de una naturaleza demasiado noble para librarse por cohecho.
No era culpable de ningún crimen, y no quería rebajarse a cometer
un mal para obtener la libertad. Además, aunque hubiese estado
dispuesto a hacerlo, era demasiado pobre para pagar un rescate tal,
y no habría recurrido para ello a la simpatía y generosidad de sus
conversos. También sentía que estaba en las manos de Dios, y no
quería malograr los propósitos divinos respecto a él.
Al fin, Félix fué llamado a Roma a causa de graves injusticias
cometidas contra los judíos. Antes de salir de Cesarea en respuesta
a este llamamiento, pensó “ganar la gracia de los Judíos” dejando
a Pablo en la cárcel. Pero Félix no tuxo éxito en su tentativa de
recobrar la confianza de los judíos. Fué destituido, y Porcio Festo le
sucedió, con sede en Cesarea.
Se permitió que un rayo de luz iluminase a Félix desde el cielo,
cuando Pablo razonó con él en cuanto a la justicia, la temperancia y
el juicio venidero. Esa fué la oportunidad que el Cielo le concedió
para que viera y abandonara sus pecados. Pero dijo al mensajero
de Dios: “Ahora vete; mas en teniendo oportunidad te llamaré.”
Despreció el último ofrecimiento de gracia. Nunca más recibiría
otro llamamiento de Dios.
[342]