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Los Hechos de los Apóstoles
puesto en prisión, se le permitió vivir en su propia casa alquilada.
Aunque constantemente encadenado a un soldado, tenía libertad de
recibir a sus amigos y trabajar en favor del avance de la causa de
Cristo.
Muchos de los judíos que fueran expulsados de Roma varios
años antes, habían recibido permiso de volver, de modo que se
encontraban allí en gran número. A éstos, ante todo, decidió Pablo
presentar los hechos concernientes a sí mismo y a su obra, antes que
sus enemigos tuvieran oportunidad de predisponerlos en su contra.
Por lo tanto, tres días después de su llegada a Roma, llamó a sus
hombres principales, y en una manera sencilla y directa les explicó
por qué llegaba a Roma en calidad de preso.
“Varones hermanos—dijo,—no habiendo hecho nada contra el
pueblo, ni contra los ritos de la patria, he sido entregado preso
desde Jerusalem en manos de los Romanos; los cuales, habiéndome
examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de
muerte. Mas contradiciendo los Judíos, fuí forzado a apelar a César;
no que tenga de qué acusar a mi nación. Así que, por esta causa, os
he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel
estoy rodeado de esta cadena.”
No dijo nada del maltrato que había sufrido a manos de los
judíos, o de los repetidos complots para asesinarle. Sus palabras re-
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velaron prudencia y bondad. No estaba buscando atención o simpatía
personal, sino defender la verdad y mantener el honor del Evangelio.
En respuesta, sus oyentes afirmaron que no habían recibido nin-
guna acusación contra él por carta pública o privada, y que nin-
guno de los judíos que habían venido a Roma le había acusado
de algún crimen. Igualmente expresaron un marcado deseo de oír
personalmente las razones de su fe en Cristo. “Porque de esta secta—
dijeron,—notorio nos es que en todos lugares es contradicha.”
Ya que ellos mismos lo deseaban, Pablo les pidió que fijaran un
día para presentarles la verdad del Evangelio. Al tiempo señalado,
muchos concurrieron “a los cuales declaraba y testificaba el reino de
Dios, persuadiéndoles lo concerniente a Jesús, por la ley de Moisés
y por los profetas, desde la mañana hasta la tarde.” Les relató su
propia experiencia, y les presentó argumentos de los escritos del
Antiguo Testamento con sencillez, sinceridad y poder.