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Los Hechos de los Apóstoles
gracias. Mirad que ninguno os engañe por filosofías y vanas sutile-
zas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos
del mundo, y no según Cristo: porque en él habita toda la plenitud
de la divinidad corporalmente: y en él estáis cumplidos, el cual es la
cabeza de todo principado y potestad.”
Cristo había anticipado que se levantarían engañadores, por cuya
influencia la maldad se multiplicaría y la caridad de muchos se en-
friaría.
Mateo 24:12
. Advirtió a sus discípulos que la iglesia estaría
en mayor peligro por este mal que por las persecuciones de sus
enemigos. Una y otra vez Pablo previno a los creyentes contra esos
falsos maestros. De este peligro, más que de cualquier otro, debe-
rían prevenirse; pues, al recibir falsos maestros, abrirían la puerta a
errores por los cuales el enemigo podría empañar las percepciones
espirituales y hacer tambalear la confianza de los nuevos conver-
sos al Evangelio. Cristo era la norma por la cual debían probar las
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doctrinas presentadas. Todo lo que no estaba en armonía con sus en-
señanzas debían rechazarlo. Cristo crucificado por el pecado, Cristo
resucitado de entre los muertos, Cristo ascendido a lo alto, ésta era
la ciencia de la salvación que ellos debían aprender y enseñar.
Las amonestaciones de la Palabra de Dios respecto a los peligros
que rodean a la iglesia cristiana, son para nosotros hoy. Como en
los días de los apóstoles, los hombres intentan, por medio de tradi-
ciones y filosofías, destruir la fe en las Escrituras. Así hoy, por los
complacientes conceptos de la “alta crítica,” evolución, espiritismo,
teosofía y panteísmo, el enemigo de la justicia está procurando llevar
a las almas por caminos prohibidos. Para muchos, la Biblia es una
lámpara sin aceite, porque han dirigido sus mentes hacia canales
de creencias especulativas que traen falsos conceptos y confusión.
La obra de la “alta crítica” al criticar, conjeturar y reconstruir, está
destruyendo la fe en la Biblia como revelación divina. Está privando
a la Palabra de Dios del poder de guiar, levantar e inspirar las vidas
humanas. Por el espiritismo, multitudes son inducidas a pensar que
el deseo es la mayor ley, que la licencia es libertad y que el hombre
es responsable únicamente de sí mismo y ante sí mismo.
El seguidor de Cristo se encontrará con las “palabras persuasi-
vas” contra las cuales el apóstol advirtió a los creyentes de Colosas.
Se encontrará con interpretaciones espiritualistas de las Escrituras,
pero no debe aceptarlas. Ha de oírsele afirmar claramente las ver-