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Los Hechos de los Apóstoles
La obra del ministro del Evangelio es “declarar a todos cuál sea
la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios.”
Efesios 3:9
. Si alguno que emprenda esta obra escoge la parte que
menos sacrificio propio requiera y se contenta solamente con pre-
dicar, dejando a algún otro el ministerio personal, su labor no será
aceptable para Dios. Por falta de una obra personal eficaz y con-
sagrada están pereciendo almas por las cuales Cristo murió. Y se
ha equivocado en su vocación aquel que, entrando en el ministerio,
no siente disposición para realizar la obra personal que demanda el
cuidado de la grey.
El espíritu del verdadero pastor es el de la abnegación. Se olvida
de sí mismo para realizar las obras de Dios. Por la predicación
de la Palabra y por la obra personal en los hogares, se entera de
sus necesidades, sus tristezas y sus pruebas; y cooperando con el
gran Sustentador, compartirá sus aflicciones, consolará sus penas,
aliviará sus almas hambrientas y ganará sus corazones para Dios.
En esta obra el ministro es asistido por los ángeles del cielo, y él
mismo es instruído e iluminado en la verdad que lo hará sabio para
la salvación.
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En relación con su instrucción para los que tienen puestos de
responsabilidad en la iglesia, el apóstol señala algunos principios
generales que deben ser seguidos por todo el que es miembro de ella.
Los miembros jóvenes del rebaño son instados a seguir el ejemplo
de sus mayores en la práctica de la humildad cristiana: “Igualmente,
mancebos, sed sujetos a los ancianos; y todos sumisos unos a otros,
revestíos de humildad; porque Dios resiste a los soberbios, y da
gracia a los humildes. Humillaos pues bajo la poderosa mano de
Dios, para que él os ensalce cuando fuere tiempo; echando toda
vuestra solicitud en él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed
templados, y velad; porque vuestro adversario el diablo, cual león
rugiente, anda alrededor buscando a quien devore: al cual resistid
firmes en la fe.”
Pedro escribió eso a los creyentes en un tiempo de pruebas espe-
ciales para la iglesia. Muchos eran participantes de los sufrimientos
de Cristo y pronto la iglesia habría de pasar por un período de terri-
ble persecución. En el plazo de unos pocos años muchos de los que
se habían ocupado como maestros y dirigentes de la iglesia habrían
de sacrificar sus vidas por el Evangelio. Pronto lobos crueles pene-