Página 375 - Los Hechos de los Ap

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Firme hasta el fin
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de fracasar para aquel que, avanzando por fe, asciende escalón tras
escalón, siempre hacia arriba y hacia adelante hasta el último peldaño
de la escalera que llega a los mismos portales del cielo.
Por muchos años Pedro había recalcado a los creyentes la nece-
sidad de un crecimiento constante en gracia y en conocimiento de
la verdad; y ahora, sabiendo que pronto iba a ser llamado a sufrir el
martirio por su fe, llamó una vez más su atención al precioso privi-
legio que está al alcance de cada creyente. En la completa seguridad
de su fe, el anciano discípulo exhortó a sus hermanos a tener firmeza
de propósito en la vida cristiana. “Procurad—rogaba Pedro—tanto
más de hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo
estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será abun-
dantemente administrada la entrada en el reino eterno de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo.” ¡Preciosa seguridad! ¡Gloriosa es la
esperanza del creyente mientras avanza por fe hacia las alturas de la
perfección cristiana!
“Yo no dejaré de amonestaros siempre de estas cosas—les
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decía,—aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la ver-
dad presente. Porque tengo por justo, en tanto que estoy en este
tabernáculo, de incitaros con amonestación: sabiendo que brevemen-
te tengo de dejar mi tabernáculo, como nuestro Señor Jesucristo me
ha declarado. También yo procuraré con diligencia, que después de
mi fallecimiento, vosotros podáis siempre tener memoria de estas
cosas.”
Pedro estaba bien preparado para hablar de los propósitos de
Dios para con la raza humana; porque durante el ministerio terrenal
de Cristo, había visto y oído mucho concerniente al reino celestial.
“Porque no os hemos dado a conocer la potencia y la venida de
nuestro Señor Jesucristo, siguiendo fábulas por arte compuestas—
recordó a los creyentes;—sino como habiendo con nuestros propios
ojos visto su majestad. Porque él había recibido de Dios Padre honra
y gloria, cuando una tal voz fué a él enviada de la magnífica gloria:
Este es el amado Hijo mío, en el cual yo me he agradado. Y nosotros
oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos juntamente con
él en el monte santo.”
Por muy convincente que fuese esa evidencia de la certidumbre
de la esperanza de los creyentes, había otra aun más convincente
en el testimonio de la profecía, por medio de la cual la fe de todos