Página 377 - Los Hechos de los Ap

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Firme hasta el fin
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promesa del Salvador: “Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré
otra vez, y os tomaré a mí mismo.”
Juan 14:3
. Para los atribulados y
fieles la venida de Cristo iba a parecer muy demorada, pero el apóstol
les aseguró: “El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen
por tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo
que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
Mas el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los
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cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán
deshechos, y la tierra y las obras que en ella están serán quemadas.
“Pues como todas estas cosas han de ser deshechas, ¿qué tales
conviene que vosotros seáis en santas y pías conversaciones, espe-
rando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los
cielos siendo encendidos serán deshechos, y los elementos siendo
abrasados, se fundirán? Bien que esperamos cielos nuevos y tierra
nueva, según sus promesas, en los cuales mora la justicia.
“Por lo cual, oh amados, estando en esperanza de estas cosas,
procurad con diligencia que seáis hallados de él sin mácula, y sin
reprensión, en paz. Y tened por salud la paciencia de nuestro Señor;
como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría
que le ha sido dada, os ha escrito también.... Así que vosotros, oh
amados, pues estáis amonestados, guardaos que por el error de los
abominables no seáis juntamente extraviados, y caigáis de vuestra
firmeza. Mas creced en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo.”
La providencia de Dios permitió que Pedro acabase su ministerio
en Roma, donde el emperador Nerón le mandó prender en los días
en que fué preso Pablo. Así los dos veteranos apóstoles, durante
tantos años separados, iban a dar su postrer testimonio por Cristo en
la metrópoli del mundo, y derramar su sangre como semilla de una
copiosa cosecha de santos y mártires.
Desde su arrepentimiento por haber negado a Cristo, Pedro arros-
tró inflexiblemente el peligro, demostrando noble valentía en predi-
car al Salvador crucificado, resucitado y ascendido. Mientras yacía
en el calabozo, recordaba lo que Cristo le dijo: “De cierto, de cierto
te digo: Cuando eras más mozo, te ceñías, e ibas donde querías; mas
cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te
llevará adonde no quieras.”
Juan 21:18
. De este modo dió a entender
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