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Los Hechos de los Apóstoles
Jesús a Pedro de qué género de muerte había de morir, y profetizó la
extensión de sus manos sobre la cruz.
A Pedro, por ser judío y extranjero, le condenaron a recibir azo-
tes y a ser crucificado después. En perspectivas de esa espantosa
muerte, el apóstol recordó su gravísimo pecado de negar a Jesús en
la hora de su prueba. Aunque una vez se había mostrado tan poco
dispuesto a reconocer la cruz, tenía ahora por gozo dar su vida por
el Evangelio, sintiendo tan sólo que fuese demasiada honra para
él morir como había muerto el Señor a quien había negado. Pedro
se había arrepentido sinceramente de su pecado, y Cristo le había
perdonado, según lo comprueba el altísimo encargo de apacentar a
las ovejas y corderos del rebaño. Pero Pedro no podía perdonarse
a sí mismo. Ni aun el pensamiento de las agonías de la muerte que
le aguardaba era capaz de mitigar la amargura de su aflicción y
arrepentimiento. Como último favor, suplicó a sus verdugos que lo
crucificaran cabeza abajo. La súplica fué otorgada, y de esa manera
murió el gran apóstol Pedro.
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