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Los Hechos de los Apóstoles
abnegado—amor que “no hace sinrazón, no se ensancha, ... no busca
lo suyo, no se irrita, no piensa el mal” (
1 Corintios 13:4, 5
),—amor
que induce al discípulo, así como indujo a nuestro Señor, a darlo
todo, a vivir y trabajar y sacrificarse aun hasta la muerte para la
salvación de la humanidad.
En otra oportunidad, durante sus primeros trabajos evangélicos,
Santiago y Juan encontraron a uno que si bien no era reconocido
como seguidor de Cristo, echaba demonios en su nombre. Los discí-
pulos prohibieron al hombre hacer tal cosa, creyendo que procedían
correctamente. Pero cuando presentaron el asunto delante de Cristo,
él los reprochó, diciendo: “No se lo prohibáis; porque ninguno hay
que haga milagro en mi nombre que luego pueda decir mal de mí.”
Marcos 9:39
. Ninguno que mostrase de alguna manera amistad hacia
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Cristo debía ser rechazado. Los discípulos no debían albergar un
espíritu mezquino y exclusivista, sino más bien manifestar la misma
amplia simpatía que habían visto en su Maestro. Santiago y Juan
habían pensado que, al detener a ese hombre, tenían en vista el honor
del Señor; pero comenzaron a ver que habían manifestado celo por
sí mismos. Reconocieron su error y aceptaron la reprensión.
Las lecciones de Cristo, al recalcar la mansedumbre, la humildad
y el amor como esenciales para crecer en gracia e idoneidad para su
obra, eran del más alto valor para Juan. Atesoraba cada lección y
procuraba constantemente poner su vida en armonía con el ejemplo
divino. Juan había comenzado a discernir la gloria de Cristo—no la
pompa mundana y el poder que le habían enseñado a esperar,—sino
la “gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.”
Juan 1:14
.
La profundidad y fervor del afecto de Juan hacia su Maestro no
era la causa del amor de Cristo hacia él, sino el efecto de ese amor.
Juan deseaba llegar a ser semejante a Jesús, y bajo la influencia
transformadora del amor de Cristo, llegó a ser manso y humilde. Su
yo estaba escondido en Jesús. Sobre todos sus compañeros, Juan
se entregó al poder de esa maravillosa vida. Dijo: “La Vida fué
manifestada, y nosotros la hemos visto.”
1 Juan 1:2 (VM)
. “Porque
de su plenitud tomamos todos, y gracia por gracia.”
Juan 1:16
. Juan
conoció al Salvador por experiencia propia. Las lecciones de su
Maestro se grabaron sobre su alma. Cuando él testificaba de la