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Los Hechos de los Apóstoles
por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos ha amado, debemos
también nosotros amarnos unos a otros.”
Tocante al sentido especial en que ese amor debería manifestarse
por los creyentes, el apóstol dice: “Os escribo un mandamiento
nuevo, que es verdadero en él y en vosotros; porque las tinieblas
son pasadas, y la verdadera luz ya alumbra. El que dice que está en
luz, y aborrece a su hermano, el tal aun está en tinieblas todavía. El
que ama a su hermano, está en luz, y no hay tropiezo en él. Mas el
que aborrece a su hermano, está en tinieblas, y anda en tinieblas,
y no sabe a donde va; porque las tinieblas le han cegado los ojos.”
“Porque éste es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que
nos amemos unos a otros.” “El que no ama a su hermano, está
en muerte. Cualquiera que aborrece a su hermano, es homicida;
y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciente en
sí. En esto hemos conocido el amor, porque él puso su vida por
nosotros: también nosotros debemos poner nuestras vidas por los
hermanos.”
El mayor peligro de la iglesia de Cristo no es la oposición del
mundo. Es el mal acariciado en los corazones de los creyentes lo que
produce el más grave desastre, y lo que, seguramente, más retardará
el progreso de la causa de Dios. No hay forma más segura para
destruir la espiritualidad que abrigar envidia, sospecha, crítica o
malicia. Por otro lado, el testimonio más fuerte de que Dios ha
enviado a su Hijo al mundo, es la armonía y unión entre hombres
de distintos caracteres que forman su iglesia. El privilegio de los
seguidores de Cristo es dar ese testimonio. Pero para poder hacerlo,
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deben colocarse bajo las órdenes de Cristo. Sus caracteres deben
conformarse a su carácter, y sus voluntades a la suya.
“Un mandamiento nuevo os doy—dijo Cristo:—Que os améis
unos a otros: como os he amado, que también os améis los unos a
los otros.”
Juan 13:34
. ¡Qué maravillosa declaración! Pero, ¡cuán
poco se la práctica! Hoy día en la iglesia de Dios, el amor fraternal
falta, desgraciadamente. Muchos que profesan amar al Salvador,
no se aman unos a otros. Los incrédulos observan para ver si la fe
de los profesos cristianos ejerce una influencia santificadora sobre
sus vidas; y son prestos para discernir los defectos del carácter y
las acciones inconsecuentes. No permitan los cristianos que le sea
posible al enemigo señalarlos diciendo: Mirad cómo esas personas,