Página 389 - Los Hechos de los Ap

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Un testigo fiel
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tras mantengamos nuestra unión con él, nadie podrá arrancarnos de
su mano.
A medida que los años transcurrían y el número de creyentes
crecía, Juan trabajaba con mayor fidelidad y fervor en favor de sus
hermanos. Los tiempos estaban llenos de peligro para la iglesia. Por
todas partes existían engaños satánicos. Por medio de la falsedad y
el engaño los emisarios de Satanás procuraban suscitar oposición
contra las doctrinas de Cristo; como consecuencia las disensiones
y herejías ponían en peligro a la iglesia. Algunos que creían en
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Cristo decían que su amor los libraba de obedecer la ley de Dios.
Por otra parte, muchos creían que era necesario observar las cos-
tumbres y ceremonias judías; que una simple observancia de la ley,
sin necesidad de tener fe en la sangre de Cristo, era suficiente para
la salvación. Algunos sostenían que Cristo era un hombre bueno,
pero negaban su divinidad. Otros que pretendían ser fieles a la causa
de Dios eran engañadores que negaban en la práctica a Cristo y
su Evangelio. Viviendo en transgresión ellos mismos, introducían
herejías en la iglesia. Por eso muchos eran llevados a los laberintos
del escepticismo y el engaño.
Juan se llenaba de tristeza al ver penetrar en la iglesia esos
errores venenosos. Veía los peligros a los cuales ella estaba expuesta
y afrontaba la emergencia con presteza y decisión. Las epístolas de
Juan respiran el espíritu del amor. Parecería que las hubiera escrito
con pluma entintada de amor. Pero cuando se encontraba con los
que estaban transgrediendo la ley de Dios, y sin embargo aseveraban
que estaban viviendo sin pecado, no vacilaba en amonestarlos acerca
de su terrible engaño.
Escribiendo a una colaboradora en la obra evangélica, señora
de buena reputación y amplia influencia, dijo: “Porque muchos
engañadores son entrados en el mundo, los cuales no confiesan
que Jesucristo ha venido en carne. Este tal el engañador es, y el
anticristo. Mirad por vosotros mismos, porque no perdamos las
cosas que hemos obrado, sino que recibamos galardón cumplido.
Cualquiera que se rebela, y no persevera en la doctrina de Cristo, no
tiene a Dios: el que persevera en la doctrina de Cristo, el tal tiene al
Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina,
no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡bienvenido! Porque el que le
dice bienvenido, comunica con sus malas obras.”