Página 397 - Los Hechos de los Ap

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Transformado por gracia
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influencias divinas que vienen en respuesta a la oración de fe, efec-
tuarán en el alma del suplicante todo lo que pide. Podemos pedir
perdón del pecado, el Espíritu Santo, un temperamento semejante al
de Cristo, sabiduría y poder para realizar su obra, o cualquier otro
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don que él ha prometido; y la promesa es: “Se os dará.”
Fué en el monte con Dios donde Moisés contempló el modelo
de aquel maravilloso edificio donde debía morar su gloria. Es en el
monte con Dios—en el lugar secreto de comunión—donde nosotros
podemos contemplar su glorioso ideal para la humanidad. En todas
las edades, mediante la comunión con el cielo, Dios ha realizado su
propósito para con sus hijos, desarrollando gradualmente ante sus
mentes las doctrinas de la gracia. Su manera de impartir la verdad
se ilustra con las siguientes palabras: “Como el alba está aparejada
su salida.”
Oseas 6:3
. El que se coloca donde Dios puede iluminarle,
alcanza, por decirlo así, desde la obscuridad parcial del alba hasta la
plena luz del mediodía.
La verdadera santificación significa amor perfecto, obediencia
perfecta y conformidad perfecta a la voluntad de Dios. Somos santi-
ficados por Dios mediante la obediencia a la verdad. Nuestra con-
ciencia debe ser purificada de las obras de muerte sirviendo al Dios
viviente. Todavía no somos perfectos; pero es nuestro privilegio
separarnos de los lazos del yo y del pecado y avanzar hacia la per-
fección. Grandes posibilidades, altos y santos fines están al alcance
de todos.
La razón por la cual muchos en este siglo no realizan mayores
progresos en la vida espiritual, es porque interpretan que la voluntad
de Dios es precisamente lo que ellos desean hacer. Mientras siguen
sus propios deseos se hacen la ilusión de que están conformándose a
la voluntad de Dios. Los tales no tienen conflictos consigo mismos.
Hay otros que por un tiempo tienen éxito en su lucha contra sus
propios deseos de placeres y comodidad. Son sinceros y fervorosos,
pero se cansan por el prolongado esfuerzo, la muerte diaria y la
incesante inquietud. La indolencia parece invitarlos, la muerte al yo
es desagradable; finalmente cierran sus soñolientos ojos y caen bajo
el poder de la tentación en vez de resistirla.
Las instrucciones formuladas en la Palabra de Dios no dan lugar
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para transigir con el mal. El Hijo de Dios se manifestó para atraer a
todos los hombres a sí mismo. No vino para adormecer al mundo