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Los Hechos de los Apóstoles
arrullándolo, sino para señalarle el camino angosto por el cual todos
deben andar si quieren alcanzar finalmente las puertas de la ciudad
de Dios. Sus hijos deben seguir por donde él señaló la senda; sea cual
fuere el sacrificio de las comodidades o de las satisfacciones egoístas
que se les exija; sea cual fuere el costo en labor o sufrimiento, deben
sostener una constante batalla consigo mismos.
La mayor alabanza que los hombres pueden ofrecer a Dios es
llegar a ser medios consagrados por los cuales pueda obrar. El tiempo
pasa rápidamente hacia la eternidad. No retengamos de Dios lo que
le pertenece. No le rehusemos lo que, aun cuando no puede ser
ofrecido con mérito, no puede ser negado sin ruina. El nos pide todo
el corazón; démoselo; es suyo, tanto por derecho de creación como
de redención. Nos pide nuestra inteligencia; démosela, es suya. Pide
nuestro dinero; démoselo, pues es suyo. No sois vuestros, “porque
comprados sois por precio.”
1 Corintios 6:19, 20
. Dios requiere el
homenaje de un alma santificada, que, por el ejercicio de la fe que
obra por medio del amor, se haya preparado para servirle. Sostiene
ante nosotros el más alto ideal, el de la perfección. Nos pide que
nos manifestemos absoluta y completamente en favor de él en este
mundo, así como él está siempre en favor nuestro en la presencia de
Dios.
“Porque la voluntad de Dios—acerca de vosotros—es vuestra
santificación.”
1 Tesalonicenses 4:3
. ¿Es la vuestra también? Vues-
tros pecados pueden aparecer ante vosotros como montañas; pero si
humilláis vuestro corazón, y los confesáis, creyendo en los méritos
de un Salvador crucificado y resucitado, os perdonará y limpiará de
toda injusticia. Dios demanda de vosotros una completa conformi-
dad con su ley. Esa ley es el eco de su voz que nos dice: Más santo,
sí, más santo aún. Desead la plenitud de la gracia de Cristo. Permitid
que vuestro corazón se llene con un intenso anhelo de su justicia,
cuya obra, declara la Palabra de Dios, es paz, y su efecto quietud y
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seguridad para siempre.
Mientras vuestra alma suspire por Dios, encontraréis más y más
de las inescrutables riquezas de su gracia. Mientras las contempléis,
llegaréis a poseerlas y se os revelarán los méritos del sacrificio del
Salvador, la protección de su justicia, la perfección de su sabidu-
ría y su poder para presentaros ante el Padre “sin mácula, y sin
reprensión.”
2 Pedro 3:14
.
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