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Los Hechos de los Apóstoles
ofendido. Las poderosas olas, en su terrible conmoción, contenidas
por límites señalados por una mano invisible, le hablaban del control
de un poder infinito. Y en contraste se daba cuenta de la fragilidad
e insensatez de los mortales, los cuales, a pesar de ser gusanos del
polvo, se glorían en su supuesta sabiduría y fuerza, y ponen sus
corazones contra el Rey del universo, como si Dios fuera semejante
a uno de ellos. Al mirar las rocas recordaba a Cristo: la Roca de
su fortaleza, a cuyo abrigo podía refugiarse sin temor. Del apóstol
desterrado en la rocosa Patmos subían los más ardientes anhelos de
su alma por Dios, las más fervientes oraciones.
La historia de Juan nos proporciona una notable ilustración de
cómo Dios puede usar a los obreros de edad. Cuando Juan fué
desterrado a la isla de Patmos, muchos le consideraban incapaz de
continuar en el servicio, y como una caña vieja y quebrada, propensa
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a caer en cualquier momento. Pero el Señor juzgó conveniente usarle
todavía. Aunque alejado de las escenas de su trabajo anterior, no
dejó de ser un testigo de la verdad. Aun en Patmos se hizo de amigos
y conversos. Su mensaje era de gozo, pues proclamaba un Salvador
resucitado que desde lo alto estaba intercediendo por su pueblo
hasta que regresase para llevarlo consigo. Después que Juan había
envejecido en el servicio de su Señor, recibió más comunicaciones
del cielo de las que había recibido durante todos los años anteriores
de su vida.
La más tierna consideración debe abrigarse hacia aquellos cuyos
intereses durante toda la vida estuvieron ligados a la obra de Dios.
Esos obreros ancianos han permanecido fieles en medio de tormentas
y pruebas. Pueden tener achaques, pero aún poseen talentos que los
hacen aptos para ocupar su lugar en la causa de Dios. Aunque
gastados e imposibilitados de llevar las pesadas cargas que los más
jóvenes pueden y deben llevar, el consejo que pueden dar es del más
alto valor.
Pueden haber cometido equivocaciones, pero de sus fracasos
aprendieron a evitar errores y peligros y, ¿no serán por lo tanto com-
petentes para dar sabios consejos? Sufrieron pruebas y dificultades
y aun cuando perdieron parte de su vigor, el Señor no los pone a un
lado. Les da gracia especial y sabiduría.
Los que sirvieron a su Maestro cuando el trabajo era duro, sopor-
taron pobreza y se mantuvieron fieles cuando solamente unos pocos