Página 41 - Los Hechos de los Ap

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El don del espíritu
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voluntad a Dios; es vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios;
es hacer la voluntad de nuestro Padre celestial; es confiar en Dios en
las pruebas y en la obscuridad tanto como en la luz; es caminar por
fe y no por vista; confiar en Dios sin vacilación y descansar en su
amor.
No es esencial para nosotros ser capaces de definir con precisión
qué es el Espíritu Santo. Cristo nos dice que el Espíritu es el Conso-
lador, “el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre.”
Juan 15:26
.
Se asevera claramente tocante al Espíritu Santo, que en su obra de
guiar a los hombres a toda verdad, “no hablará de sí mismo.”
Juan
16:13
.
La naturaleza del Espíritu Santo es un misterio. Los hombres no
pueden explicarla, porque el Señor no se la ha revelado. Los hombres
de conceptos fantásticos pueden reunir pasajes de las Escrituras y
darles interpretación humana; pero la aceptación de esos conceptos
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no fortalecerá a la iglesia. En cuanto a estos misterios, demasiado
profundos para el entendimiento humano, el silencio es oro.
El oficio del Espíritu Santo se especifica claramente en las pala-
bras de Cristo: “Cuando él viniere redargüirá al mundo de pecado,
y de justicia, y de juicio.”
Juan 16:8
. Es el Espíritu Santo el que
convence de pecado. Si el pecador responde a la influencia vivifi-
cadora del Espíritu, será inducido a arrepentirse y a comprender la
importancia de obedecer los requerimientos divinos.
Al pecador arrepentido, que tiene hambre y sed de justicia, el
Espíritu Santo le revela el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo. “Tomará de lo mío, y os lo hará saber,” dijo Cristo. “El os
enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he
dicho.”
Juan 16:14; 14:26
.
El Espíritu Santo se da como agente regenerador, para hacer
efectiva la salvación obrada por la muerte de nuestro Redentor. El
Espíritu Santo está tratando constantemente de llamar la atención
de los hombres a la gran ofrenda hecha en la cruz del Calvario, de
exponer al mundo el amor de Dios, y abrir al alma arrepentida las
cosas preciosas de las Escrituras.
Después de convencer de pecado, y de presentar ante la mente la
norma de justicia, el Espíritu Santo quita los afectos de las cosas de
esta tierra, y llena el alma con un deseo de santidad. “El os guiará a
toda verdad” (
Juan 16:13
), declaró el Salvador. Si los hombres están