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Los Hechos de los Apóstoles
dispuestos a ser amoldados, se efectuará la santificación de todo el
ser. El Espíritu tomará las cosas de Dios y las imprimirá en el alma.
Mediante su poder, el camino de la vida será hecho tan claro que
nadie necesite errar.
Desde el principio Dios ha estado obrando por su Espíritu Santo
mediante instrumentos humanos para el cumplimiento de su propó-
sito en favor de la raza caída. Esto se manifestó en la vida de los
patriarcas. A la iglesia del desierto también, en los días de Moisés,
Dios le dió su “espíritu para enseñarlos.”
Nehemías 9:20
. Y en los
días de los apóstoles obró poderosamente en favor de su iglesia por
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medio del Espíritu Santo. El mismo poder que sostuvo a los patriar-
cas, que dió fe y ánimo a Caleb y Josué, y que hizo eficaz la obra de
la iglesia apostólica, sostuvo a los fieles hijos de Dios en cada siglo
sucesivo. Fué el poder del Espíritu Santo lo que durante la época
del obscurantismo permitió a los cristianos valdenses contribuir a
la preparación del terreno para la Reforma. Fué el mismo poder lo
que hizo eficaces los esfuerzos de muchos nobles hombres y muje-
res que abrieron el camino para el establecimiento de las misiones
modernas, y para la traducción de la Biblia a los idiomas y dialectos
de todas las naciones y pueblos.
Y hoy, Dios sigue usando su iglesia para dar a conocer su pro-
pósito en la tierra. Hoy los heraldos de la cruz van de ciudad en
ciudad, y de país en país para preparar el camino para la segunda
venida de Cristo. Se exalta la norma de la ley de Dios. El Espíritu
del Todopoderoso conmueve el corazón de los hombres, y los que
responden a su influencia llegan a ser testigos de Dios y de su verdad.
Pueden verse en muchos lugares hombres y mujeres consagrados
comunicando a otros la luz que les aclaró el camino de la salvación
por Cristo. Y mientras continúan haciendo brillar su luz, como aque-
llos que fueron bautizados con el Espíritu en el día de Pentecostés,
reciben más y aun más del poder del Espíritu. Así la tierra ha de ser
iluminada con la gloria de Dios.
Por otra parte, hay algunos que, en lugar de aprovechar sabia-
mente las oportunidades presentes, están esperando ociosamente
que alguna ocasión especial de refrigerio espiritual aumente gran-
demente su capacidad de iluminar a otros. Descuidan sus deberes y
privilegios actuales y permiten que su luz se empañe a la espera de
un tiempo futuro en el cual, sin ningún esfuerzo de su parte, sean