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Los Hechos de los Apóstoles
Pablo y los otros apóstoles, y todos los justos que han vivido
desde entonces, contribuyeron con su parte en la construcción del
templo. Pero su estructura todavía no está completa. Los que vi-
vimos en este tiempo tenemos una obra que hacer, una parte que
realizar. Sobre el fundamento tenemos que colocar material que
resista la prueba del fuego,—oro, plata, piedras preciosas, “labra-
das a manera de las de un palacio.”
Salmos 144:12
. A los que así
edifican para Dios, Pablo les habla palabras de ánimo y amonesta-
ción: “Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá
recompensa. Si la obra de alguno fuere quemada, será perdida: él
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empero será salvo, mas así como por fuego.”
1 Corintios 3:14, 15
.
Los cristianos que presentan fielmente la palabra de vida, guiando a
hombres y mujeres al camino de la santidad y la paz, colocan sobre
el fundamento material que será probado, y en el reino de Dios serán
honrados como sabios constructores.
De los apóstoles está escrito: “Ellos, saliendo, predicaron en
todas partes obrando con ellos el Señor, y confirmando la palabra
con las señales que se seguían.”
Marcos 16:20
. Así como Cristo
envió a sus discípulos, envía hoy a los miembros de su iglesia. El
mismo poder que los apóstoles tuvieron es para ellos. Si desean
hacer de Dios su fuerza, él obrará con ellos, y no trabajarán en
vano. Comprendan que la obra en la cual están empeñados es una
sobre la cual el Señor ha puesto su sello. Dios dijo a Jeremías: “No
digas, soy niño; porque a todo lo que te enviaré irás tú, y dirás todo
lo que te mandaré. No temas delante de ellos, porque contigo soy
para librarte.” Luego el Señor extendió su mano y tocó la boca de
su siervo, diciendo: “He aquí he puesto mis palabras en tu boca.”
Jeremías 1:7-9
. Y nos envía a seguir anunciando las palabras que
nos ha dado, sintiendo su toque santo sobre nuestros labios.
Cristo dió a la iglesia un encargo sagrado. Cada miembro debe
ser un medio por el cual Dios pueda comunicar al mundo los tesoros
de su gracia, las inescrutables riquezas de Cristo. No hay nada que el
Salvador desee tanto como tener agentes que quieran representar al
mundo su Espíritu y su carácter. No hay nada que el mundo necesite
tanto como la manifestación del amor del Salvador por medio de
seres humanos. Todo el cielo está esperando a los hombres y a las
mujeres por medio de los cuales pueda Dios revelar el poder del
cristianismo.