Página 54 - Los Hechos de los Ap

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Capítulo 7—Una amonestación contra la hipocresía
Este capítulo está basado en Hechos 4:31 a 5:11.
Mientras los discípulos proclamaban las verdades del Evangelio
en Jerusalén, Dios añadió su testimonio a las palabras de ellos, y
una multitud creyó. Muchos de esos creyentes primitivos se vieron
inmediatamente separados de su familia y sus amigos por el celoso
fanatismo de los judíos, y fué necesario proveerlos de alimentos y
hogar.
El relato declara: “Ningún necesitado había entre ellos,” y di-
ce cómo se suplía la necesidad. Los creyentes que tenían dinero
y posesiones los sacrificaban gozosamente para hacer frente a la
emergencia. Vendiendo sus casas o sus tierras, traían el dinero y lo
ponían a los pies de los apóstoles, “y era repartido a cada uno según
que había menester.”
Esta generosidad de parte de los creyentes era el resultado del
derramamiento del Espíritu. Los conversos al Evangelio eran “de un
corazón y de un alma.” Un interés común los dominaba, a saber el
éxito de la misión a ellos confiada; y la codicia no tenía cabida en su
vida. Su amor por los hermanos y por la causa que habían abrazado
superaba a su amor por el dinero y sus bienes. Sus obras testificaban
de que tenían a las almas de los hombres por más preciosas que las
riquezas terrenales.
Así será siempre que el Espíritu de Dios tome posesión de la
vida. Aquellos cuyo corazón está lleno del amor de Cristo, seguirán
el ejemplo de Aquel que por amor a nosotros se hizo pobre a fin de
que por su pobreza fuésemos enriquecidos. El dinero, el tiempo, la
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influencia, todos los dones que han recibido de la mano de Dios,
los estimarán solamente como un medio de promover la obra del
Evangelio. Así sucedía en la iglesia primitiva; y cuando en la iglesia
de hoy se vea que por el poder del Espíritu los miembros han apar-
tado sus afectos de las cosas del mundo, y que están dispuestos a
hacer sacrificios a fin de que sus semejantes puedan oír el Evangelio,
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