Página 55 - Los Hechos de los Ap

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Una amonestación contra la hipocresía
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las verdades proclamadas tendrán una influencia poderosa sobre los
oyentes.
Frente al ejemplo de benevolencia mostrado por los creyentes,
contrastaba notablemente la conducta de Ananías y Safira, cuyo
caso registrado por la pluma de la inspiración dejó una mancha
obscura en la historia de la iglesia primitiva. Juntamente con otros,
estos profesos discípulos habían compartido el privilegio de oír el
Evangelio predicado por los apóstoles. Habían estado presentes con
otros creyentes cuando, después que los apóstoles hubieron orado,
“el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos
del Espíritu Santo.” Todos los presentes habían sentido una profunda
convicción, y bajo la influencia directa del Espíritu de Dios, Ananías
y Safira habían hecho una promesa de dar al Señor el importe de la
venta de cierta propiedad. Más tarde, Ananías y Safira agraviaron
al Espíritu Santo cediendo a sentimientos de codicia. Empezaron
a lamentar su promesa, y pronto perdieron la dulce influencia de
la bendición que había encendido sus corazones con el deseo de
hacer grandes cosas en favor de la causa de Cristo. Pensaban que
habían sido demasiado apresurados, que debían considerar nueva-
mente su decisión. Discutieron el asunto, y decidieron no cumplir
su voto. Notaron, sin embargo, que aquellos que se despojaban de
sus posesiones a fin de suplir las necesidades de sus hermanos más
pobres, eran tenidos en alta estima entre los creyentes; y sintiendo
vergüenza de que sus hermanos supieran que sus almas egoístas les
hacían dar de mala gana lo que habían dedicado solemnemente a
Dios, decidieron deliberadamente vender la propiedad, y pretender
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dar todo el producto al fondo general, cuando en realidad se guarda-
rían una buena parte para sí mismos. Así se asegurarían el derecho
de vivir del fondo común, y al mismo tiempo ganarían alta estima
entre sus hermanos.
Pero Dios odia la hipocresía y la falsedad. Ananías y Safira
practicaron el fraude en su trato con Dios; mintieron al Espíritu
Santo, y su pecado fué castigado con un juicio rápido y terrible.
Cuando Ananías vino con su ofrenda, Pedro le dijo: “Ananías, ¿por
qué ha llenado Satanás tu corazón a que mintieses al Espíritu Santo,
y defraudases del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te
quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu potestad? ¿Por qué pusiste
esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.”