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Los Hechos de los Apóstoles
perdieron esta vida y la venidera. El mismo Dios que los castigó con-
dena hoy toda mentira. Los labios mentirosos le son abominación.
Declara que en la santa ciudad “no entrará ... ninguna cosa sucia, o
que hace abominación y mentira.”
Apocalipsis 21:27
. Aferrémonos
a la veracidad con mano firme, y sea ella parte de nuestra vida. Prac-
ticar el disimulo y jugar al tira y afloja con la verdad, para acomodar
los planes egoístas de uno, significa provocar el naufragio de la fe.
“Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos de verdad.”
Efesios 6:14
.
El que declara falsedades, vende su alma a bajo precio. Sus mentiras
pueden parecerle útiles en casos de apuro; de esta manera le parecerá
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que adelanta en sus negocios como no podría hacerlo mediante un
proceder correcto, pero llega finalmente al punto en que no puede
confiar en nadie. Al ser él mismo un falsario, no tiene confianza en
la palabra de otros.
En el caso de Ananías y Safira, el pecado del fraude contra Dios
fué castigado inmediatamente. El mismo pecado se repitió a menudo
en la historia ulterior de la iglesia, y muchos lo cometen en nuestro
tiempo. Pero aunque no sea acompañado de una manifestación
visible del desagrado de Dios, no es menos horrible a su vista ahora
que en el tiempo de los apóstoles. La amonestación se ha dado; Dios
ha manifestado claramente su aborrecimiento por este pecado; y
todos los que se entregan a la hipocresía y a la codicia pueden estar
seguros de que están destruyendo sus propias almas.
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