Página 59 - Los Hechos de los Ap

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Capítulo 8—Ante el Sanedrín
Este capítulo está basado en Hechos 5:12-42.
Fué la cruz, instrumento de vergüenza y tortura, la que trajo
esperanza y salvación al mundo. Los discípulos no eran sino hombres
humildes, sin riquezas, y sin otra arma que la palabra de Dios; sin
embargo en la fuerza de Cristo salieron para contar la maravillosa
historia del pesebre y la cruz y triunfar sobre toda oposición. Aunque
sin honor ni reconocimiento terrenales, eran héroes de la fe. De sus
labios salían palabras de elocuencia divina que hacían temblar al
mundo.
En Jerusalén, donde dominaban los más arraigados prejuicios y
las más confusas ideas acerca de Aquel que fuera crucificado como
malhechor, los discípulos predicaban valientemente las palabras
de vida y exponían a los judíos la obra y la misión de Cristo, su
crucifixión, resurrección y ascensión. Los sacerdotes y magistrados
se admiraban del claro e intrépido testimonio de los apóstoles. El
poder del Salvador resucitado investía a los discípulos, cuya obra era
acompañada de señales y milagros que diariamente acrecentaban el
número de creyentes. A lo largo de las calles por donde pasaban los
discípulos, el pueblo colocaba a sus enfermos “en camas y en lechos,
para que viniendo Pedro, a lo menos su sombra tocase a alguno de
ellos.” También eran traídos los afligidos por espíritus inmundos.
Las multitudes acudían a los discípulos y los sanados proclamaban
las alabanzas de Dios y glorificaban el nombre del Redentor.
Los sacerdotes y gobernantes veían que Cristo era más ensalzado
que ellos. Como los saduceos no creían en la resurrección, se encole-
rizaban al oír a los discípulos afirmar que Cristo había resucitado de
entre los muertos, pues comprendían que si se dejaba a los apóstoles
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predicar a un Salvador resucitado y obrar milagros en su nombre,
todos rechazarían la doctrina de que no habrá resurrección y pronto
se extinguiría la secta de los saduceos. Por su parte, los fariseos se
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