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Los Hechos de los Apóstoles
enojaban al notar que las enseñanzas de los discípulos propendían a
eliminar las ceremonias judaicas e invalidar los sacrificios.
Vanos fueron todos los esfuerzos hechos hasta entonces para
suprimir la nueva doctrina; pero los saduceos y fariseos resolvieron
conjuntamente hacer cesar la obra de los discípulos, pues demostra-
ban su culpabilidad en la muerte de Jesús. Poseídos de indignación,
los sacerdotes echaron violentamente mano a Pedro y Juan y los
pusieron en la cárcel pública.
Los dirigentes de la nación judía manifiestamente no cumplían el
propósito de Dios para con su pueblo escogido. Aquellos a quienes
Dios había hecho los depositarios de la verdad se mostraron indignos
de su cometido, y Dios escogió a otros para que hicieran su obra.
En su ceguera, dichos dirigentes dieron ahora rienda suelta a lo que
llamaban justa indignación contra los que rechazaban sus doctrinas
favoritas. Ni siquiera admitían la posibilidad de que ellos mismos no
entendieran correctamente la Palabra, o que hubieran interpretado
o aplicado mal las Escrituras. Actuaron como hombres que hubie-
sen perdido la razón. Decían: ¿Qué derecho tienen esos maestros,
algunos de los cuales son simples pescadores, de presentar ideas
contrarias a las doctrinas que hemos enseñado al pueblo? Estando
resueltos a suprimirlas, encarcelaron a los que las predicaban.
No se intimidaron ni se abatieron los discípulos por semejante
trato. El Espíritu Santo les recordó las palabras de Cristo: “No es
el siervo mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también
a vosotros os perseguirán: si han guardado mi palabra, también
guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de mi nombre,
porque no conocen al que me ha enviado.” “Os echarán de las
sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os matare,
pensará que hace servicio a Dios.” “Mas os he dicho esto, para que
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cuando aquella hora viniere, os acordéis de que yo os lo había dicho.”
Juan 15:20, 21; 16:2, 4
.
El Dios del cielo, el poderoso Gobernador del universo, tomó por
su cuenta el asunto del encarcelamiento de los discípulos, porque los
hombres guerreaban contra su obra. Por la noche, el ángel del Señor
abrió las puertas de la cárcel y dijo a los discípulos: “Id, y estando
en el templo, hablad al pueblo todas las palabras de esta vida.”
Este mandato era directamente contrario a la orden dada por
los gobernantes judíos; pero ¿dijeron los apóstoles: No podemos