Página 61 - Los Hechos de los Ap

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Ante el Sanedrín
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hacerlo hasta que consultemos a los magistrados, y recibamos su
permiso? No; Dios había dicho: “Id,” y ellos obedecieron. “Entraron
de mañana en el templo, y enseñaban.”
Cuando Pedro y Juan se presentaron ante los fieles y les refirie-
ron cómo el ángel los había guiado por entre la tropa de soldados
que guardaban la cárcel, ordenándoles que reanudaran la obra inte-
rrumpida, los hermanos se llenaron de admiración y de gozo.
Entretanto, el príncipe de los sacerdotes y los que estaban con él
“convocaron el concilio, y a todos los ancianos de los hijos de Israel.”
Los sacerdotes y magistrados decidieron acusar a los discípulos de
insurrección, de haber asesinado a Ananías y Safira, y de conspirar
para desposeer a los sacerdotes de su autoridad. Con ello esperaban
excitar a las turbas para que interviniesen en el asunto y tratar a los
discípulos como habían tratado a Jesús. Sabían que muchos de los
que no aceptaron las enseñanzas de Cristo, cansados del gobierno
arbitrario de las autoridades judías, deseaban algún cambio. Los
sacerdotes temían que, si estos desconformes aceptaban las verdades
proclamadas por los apóstoles y, por lo tanto, a Jesús como el Mesías,
la ira de todo el pueblo se levantaría contra ellos y se les haría
entonces rendir cuenta del asesinato de Cristo. Decidieron tomar
vigorosas medidas para evitar esto.
Cuando enviaron por los presos para que comparecieran ante
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su presencia, grande fué el asombro general al recibirse la noticia
de que se habían hallado las puertas de la cárcel cerradas con toda
seguridad y a los guardas delante de ellas, pero que los presos no
parecían por ninguna parte.
Pronto llegó este sorprendente informe: “He aquí, los varones
que echasteis en la cárcel, están en el templo, y enseñan al pueblo.
Entonces fué el magistrado con los ministros, y trájolos sin violencia;
porque temían del pueblo ser apedreados.”
Aunque los apóstoles fueron milagrosamente libertados de la
cárcel, no se libraron de la indagatoria y el castigo. Cristo les había
dicho, estando con ellos: “Mirad por vosotros: porque os entregarán
en los concilios.”
Marcos 13:9
. Al enviarles un ángel para libertarlos,
Dios les dió una muestra de su amor y una seguridad de su presencia.
Ahora les tocaba a ellos, por su parte, sufrir por causa de Aquel cuyo
Evangelio predicaban.