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Los Hechos de los Apóstoles
La historia de los profetas y apóstoles nos ofrece muchos nobles
ejemplos de lealtad a Dios. Los testigos de Cristo han sufrido cárcel,
tormento y la misma muerte antes de quebrantar los mandamientos
de Dios. El ejemplo de Pedro y Juan es heroico cual ninguno en la
dispensación evangélica. Al presentarse por segunda vez ante los
hombres que parecían resueltos a destruirlos, no se advirtió señal
alguna de temor ni vacilación en sus palabras o actitud. Y cuando
el pontífice les dijo: “¿No os denunciamos estrechamente, que no
enseñaseis en este nombre? y he aquí, habéis llenado a Jerusalem
de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de este
hombre,” Pedro respondió: “Es menester obedecer a Dios antes que
a los hombres.” Un ángel del cielo los había librado de la cárcel y
ordenádoles que enseñaran en el templo. Al seguir sus instrucciones,
obedecían el divino mandato, y así debían proseguir haciéndolo a
pesar de cuantos impedimentos encontraran para ello.
Entonces el espíritu de la inspiración descendió sobre los discí-
pulos. Los acusados se convirtieron en acusadores, inculpando de la
muerte de Cristo a quienes componían el concilio. Pedro declaró:
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“El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, al cual vosotros ma-
tasteis colgándole de un madero. A éste ha Dios ensalzado con su
diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento
y remisión de pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas
cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le
obedecen.”
Tan airados se pusieron los judíos al oír estas palabras, que re-
solvieron juzgar por sí mismos y, sin más proceso ni consentimiento
de los magistrados romanos condenar a muerte a los reos. Culpables
ya de la sangre de Cristo, ansiaban ahora mancharse las manos con
la sangre de los discípulos.
Pero había en el concilio un varón que reconoció la voz de
Dios en las palabras de los discípulos. Era Gamaliel, un fariseo de
buena reputación, hombre erudito y de elevada categoría social. Su
claro criterio comprendió que la violenta medida propuesta por los
sacerdotes tendría terribles consecuencias. Antes de hablar a sus
compañeros de concilio, pidió Gamaliel que se hiciese salir a los
presos, pues sabía con quienes trataba y que los que habían matado
a Cristo no vacilarían en cumplir su propósito.