Página 63 - Los Hechos de los Ap

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Ante el Sanedrín
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Con mucha mesura y serenidad, Gamaliel dijo entonces: “Varo-
nes Israelitas, mirad por vosotros acerca de estos hombres en lo que
habéis de hacer. Porque antes de estos días se levantó Teudas, dicien-
do que era alguien; al que se agregó un número de hombres como
cuatrocientos: el cual fué matado; y todos los que le creyeron fueron
dispersos, y reducidos a nada. Después de éste, se levantó Judas el
Galileo en los días del empadronamiento, y llevó mucho pueblo tras
sí. Pereció también aquél; y todos los que consintieron con él, fueron
derramados. Y ahora os digo: Dejaos de estos hombres, y dejadlos;
porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá:
mas si es de Dios, no la podréis deshacer; no seáis tal vez hallados
resistiendo a Dios.”
Los sacerdotes comprendieron lo razonable de esta opinión, y
no pudieron menos que convenir con Gamaliel. Sin embargo, no
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les fué posible dominar sus odios y prejuicios, y de muy mala gana,
después de mandar que azotasen a los discípulos e intimarlos so
pena de muerte a que no volviesen a predicar en el nombre de Jesús,
los soltaron. “Y ellos partieron de delante del concilio, gozosos de
que fuesen tenidos por dignos de padecer afrenta por el Nombre. Y
todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y
predicar a Jesucristo.”
Poco antes de su crucifixión, Cristo había dejado a sus discípu-
los un legado de paz: “La paz os dejo—dijo,—mi paz os doy: no
como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón ni
tenga miedo.”
Juan 14:27
. Esta paz no es la paz que proviene de la
conformidad con el mundo. Cristo nunca procuró paz transigiendo
con el mal. La que Cristo dejó a sus discípulos es interior más bien
que exterior, y había de permanecer para siempre con sus testigos a
través de las luchas y contiendas.
Cristo dijo de sí mismo: “No penséis que he venido para meter
paz en la tierra: no he venido para meter paz, sino espada.”
Mateo
10:34
. Aunque es el Príncipe de Paz, es sin embargo causa de di-
visión. El que vino a proclamar alegres nuevas y a crear esperanza
y gozo en los corazones de los hijos de los hombres, originó una
controversia que arde profundamente y suscita intensa pasión en el
corazón humano. Y advierte a sus seguidores: “En el mundo ten-
dréis aflicción.” “Os echarán mano, y perseguirán, entregándoos a
las sinagogas y a las cárceles, siendo llevados a los reyes y a los