Página 85 - Los Hechos de los Ap

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De perseguidor a discípulo
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Saulo comprendió lo que se le decía, y se le reveló claramente que
quien hablaba era el Hijo de Dios. En el glorioso Ser que estaba ante
él, reconoció al Crucificado. La imagen del Salvador quedó para
siempre grabada en el alma del humillado judío. Las palabras oídas
conmovieron su corazón con irresistible fuerza. Su mente se iluminó
con un torrente de luz que esclareció la ignorancia y el error de su
pasada vida, y le demostró la necesidad que tenía de la iluminación
del Espíritu Santo.
Saulo vió ahora que al perseguir a los seguidores de Jesús, había
estado en realidad haciendo la obra de Satanás. Vió que sus convic-
ciones de lo recto y de su propio deber se habían basado mayormente
en su implícita confianza en los sacerdotes y los magistrados. Les
había creído cuando le dijeron que el relato de la resurrección era
una ingeniosa creación de los discípulos. Cuando Jesús mismo se
reveló, Saulo se convenció de la veracidad de las aseveraciones de
los discípulos.
En aquel momento de celestial iluminación, la mente de Saulo
actuó con notable rapidez. Las profecías de la Sagrada Escritura se
abrieron a su comprensión. Vió que el rechazamiento de Jesús por los
judíos, su crucifixión, resurrección y ascensión habían sido predichos
por los profetas y le demostraron que era el Mesías prometido. El
discurso de Esteban en ocasión de su martirio le vino vívidamente a
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la memoria, y Saulo comprendió que el mártir había contemplado
en verdad “la gloria de Dios” cuando dijo: “He aquí veo los cielos
abiertos, y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios.”
Hechos
7:55, 56
. Los sacerdotes habían declarado blasfemas esas palabras,
pero ahora Saulo sabía que eran verdad.
¡Qué revelación fué todo esto para el perseguidor! Ahora Saulo
sabía con toda seguridad que el prometido Mesías había venido a la
tierra en la persona de Jesús de Nazaret, y que aquellos a quienes ha-
bía venido a salvar le habían rechazado y crucificado. También sabía
que el Salvador había resucitado triunfante de la tumba y ascendido
a los cielos. En aquel momento de divina revelación, recordó Saulo,
aterrorizado, que con su consentimiento había sido sacrificado Este-
ban por dar testimonio del Salvador crucificado y resucitado, y que
después fué instrumento para que muchos otros dignos discípulos
de Jesús encontrasen la muerte por cruel persecución.