Página 101 - El Hogar Cristiano (2007)

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Deberes y privilegios conyugales
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Cuanto más se satisfacen las pasiones animales, tanto más fuertes
se vuelven y violentos serán los deseos de complacerlas. Compren-
dan su deber los hombres y mujeres que temen a Dios. Muchos
cristianos profesos sufren de parálisis de los nervios y del cerebro
debido a su intemperancia en este sentido
Los esposos han de ser considerados
—Los maridos deben ser
cuidadosos, atentos, constantes, fieles y compasivos. Deben manifes-
tar amor y simpatía. Si cumplen las palabras de Cristo, su amor no
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será del carácter bajo, terrenal ni sensual que los llevaría a destruir
su propio cuerpo y a acarrear debilidad y enfermedad a sus esposas.
No se entregarán a la complacencia de las pasiones bajas mientras
repitan constantemente a sus esposas que deben estarles sujetas en
todo. Cuando el marido tenga la nobleza de carácter, la pureza de
corazón y la elevación mental que debe poseer todo cristiano verda-
dero, lo manifestará en la relación matrimonial. Si tiene el sentir de
Cristo, no será destructor del cuerpo, sino que estará henchido de
amor tierno y procurará alcanzar al más alto ideal en Cristo
Cuando se empieza a dudar
—Ningún hombre puede amar de
veras a su esposa cuando ella se somete pacientemente a ser su escla-
va para satisfacer sus pasiones depravadas. En su sumisión pasiva,
ella pierde el valor que una vez él le atribuyó. La ve envilecida y
rebajada, y pronto sospecha que se sometería con igual humildad a
ser degradada por otro que no sea él mismo. Duda de su constancia
y pureza, se cansa de ella y busca nuevos objetos que despierten e
intensifiquen sus pasiones infernales. No tiene consideración con la
ley de Dios. Estos hombres son peores que los brutos; son demonios
con forma humana. No conocen los principios elevadores y ennoble-
cedores del amor verdadero y santificado. La esposa también llega
a sentir celos del esposo, y sospecha que, si tuviese oportunidad,
dirigiría sus atenciones a otra persona con tanta facilidad como a
ella. Ella ve que no se rige por la conciencia ni el temor de Dios;
todas estas barreras santificadas son derribadas por las pasiones con-
cupiscentes; todas las cualidades del esposo que le asemejarían a
Dios son sujetas a la concupiscencia brutal y vil
Las exigencias irrazonables
—La cuestión que se ha de decidir
es ésta: ¿Debe la esposa sentirse obligada a ceder implícitamente a
las exigencias del esposo, cuando ve que sólo las pasiones bajas lo
dominan y cuando su propio juicio y razón la convencen de que al
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