Página 184 - El Hogar Cristiano (2007)

Basic HTML Version

Capítulo 37—Lo que no debe ser el esposo
El que espera demasiado de su esposa
—En la mayoría de
las familias, hay niños de diversas edades, algunos de los cuales
necesitan no sólo la atención y sabia disciplina de la madre, sino
también la influencia más severa, aunque afectuosa, del padre. Pocos
son los padres que dan a este asunto su debida importancia. Son
negligentes acerca de su deber y así acumulan gravosas cargas sobre
la madre, al mismo tiempo que, basándose en su propio juicio, se
permiten criticar y condenar las acciones de ella. Con frecuencia, la
pobre esposa y madre, abrumada por la impresión de responsabilidad
y censura, se siente culpable y llena de remordimiento por lo que
ha hecho inocentemente o por ignorancia, y que era, en muchos
casos, lo mejor que podía hacerse en las circunstancias vigentes. Y
sin embargo, cuando debieran apreciarse y aprobarse sus penosos
esfuerzos e infundir alegría a su corazón, se ve obligada a andar bajo
una nube de pesar y condenación porque su esposo, mientras pasa
por alto su propio deber, espera de ella que cumpla el de ambos en
forma satisfactoria para él, sin tener en cuenta las circunstancias que
puedan impedirlo
Muchos esposos no entienden ni aprecian suficientemente los
cuidados y perplejidades que sufren sus esposas, generalmente apre-
sadas todo el día en un ciclo interminable de deberes caseros. Con
frecuencia regresan ellos a casa con frente ceñuda y no aportan
alegría al círculo familiar. Si la comida no está lista a tiempo, la
esposa cansada, que a menudo es a la vez ama de casa, enfermera,
[202]
cocinera y sirvienta, es saludada con críticas. El esposo exigente
puede condescender a recibir de los brazos cansados de la madre el
niño molesto, para que ella pueda apresurar los preparativos de la
comida familiar; pero si el niño es inquieto y se agita en los brazos
de su padre, éste muy rara vez considera que es su deber actuar como
nodriza para tratar de calmarlo. No se detiene a considerar cuántas
horas la madre ha soportado la agitación del pequeñuelo, sino que
exclama con impaciencia: “¡A ver, mamá, si atiendes a
tu
hijo!” ¿No
180