Página 191 - El Hogar Cristiano (2007)

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Posición y responsabilidades de la madre
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Se debe enseñar a los niños a considerar a su madre, no como
una esclava cuyo trabajo consiste en servirlos, sino como una reina
que ha de guiarlos y dirigirlos enseñándoles renglón tras renglón,
precepto tras precepto
Comparación gráfica de valores
—Rara vez aprecia la madre
su propia obra y a menudo atribuye un valor tan bajo a su labor que
la considera como pesada rutina doméstica. Hace lo mismo día tras
día, semana tras semana, sin ver resultados especialmente notables.
Al fin del día no puede contar las muchas cositas que ha hecho. En
comparación con lo que ha logrado su esposo, le parece que no ha
hecho cosa alguna digna de mención.
Con frecuencia el padre vuelve con aire satisfecho de sí mismo y
relata orgullosamente lo que ha logrado durante el día. Sus palabras
indican que ahora la madre debe servirle, porque ella no ha hecho
gran cosa fuera de cuidar a los niños, preparar la comida y mantener
la casa en orden. No ha actuado como negociante, pues nada ha
comprado o vendido; no ha labrado la tierra; no ha actuado como
mecánica; por lo tanto no ha hecho nada que la canse. El critica,
censura y dicta como si fuese el señor de la creación. Esto resulta
tanto más duro de soportar para la esposa y madre por cuanto se ha
cansado mucho cumpliendo su deber durante el día, sin que pueda
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verse lo que ha hecho, y ella se descorazona realmente.
Si se descorriese el velo y ambos padres pudieran ver el trabajo
del día como Dios lo ve, y discernir como su ojo infinito compara
la labor de ambos, se asombrarían ante la revelación celestial. El
padre consideraría sus labores con más modestia, mientras que la
madre cobraría nuevo valor y energía para proseguir su tarea con
sabiduría, perseverancia y paciencia. Conocería entonces su labor.
Mientras que el padre trató con cosas perecederas que pasarán, la
madre contribuyó a desarrollar mentes y caracteres y trabajó no sólo
para este tiempo, sino para la eternidad
Dios le señaló su obra
—¡Ojalá que cada madre pudiera perca-
tarse de cuán importantes son sus deberes y sus responsabilidades y
de cuán grande será la recompensa de su fidelidad
La madre que asume animosamente los deberes que le tocan
directamente verá que la vida le resulta preciosa porque Dios le
dió una obra que hacer. En esta obra no necesita forzosamente
empequeñecer su mente ni dejar que su intelecto se debilite