Página 255 - El Hogar Cristiano (2007)

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El gobierno del hogar
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entonces ya no querrán prestar atención a las órdenes dadas a gritos
y con ira, ni tampoco a las amenazas de castigo
Existe el peligro de criticar con excesivo rigor las cosas peque-
ñas. Las críticas demasiado severas y los reglamentos muy rígidos
inducen a despreciar toda reglamentación; y con el tiempo los ni-
ños así educados manifestarán el mismo desprecio por las leyes de
Cristo
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Se necesita firmeza uniforme y desapasionada
—Los niños
son por naturaleza sensibles y amantes. Es fácil complacerlos, o
hacerles sentirse desdichados. Mediante una disciplina suave de
palabras y actos amables, las madres pueden ligar a sus hijos con
su propio corazón. Es un grave error manifestar severidad y ser
autoritario con los niños. La firmeza uniforme y un gobierno sereno
son necesarios para la disciplina de toda familia. Decid con calma lo
que queréis decir; obrad con consideración, y cumplid sin desviación
lo que decís.
Hallaréis compensación si manifestáis afecto en vuestro trato
con vuestros hijos. No los desalentéis por falta de simpatía hacia sus
juegos, goces y pesares infantiles. No permitáis jamás que un ceño
frunza vuestras cejas ni que escape de vuestros labios una palabra
dura. Dios escribe en su registro todas las palabras tales
No bastan la restricción ni la cautela
—Amados hermanos, co-
mo iglesia habéis descuidado tristemente vuestro deber hacia los
niños y jóvenes. Mientras les imponéis reglamentos y restricciones,
debéis tener gran cuidado de revelarles la fase cristiana de vues-
tro carácter y no la satánica. Los niños necesitan constantemente
cuidado vigilante y tierno amor. Vinculadlos con vuestro corazón,
y recordadles siempre el amor tanto como el temor de Dios. Los
padres y las madres no dominan su propio espíritu y por lo tanto
no son aptos para gobernar a otros. Refrenar y precaver a los niños
no es todo lo que se requiere. Aún tenéis que aprender a obrar con
justicia y a amar la misericordia, así como a andar humildemente
con Dios
Consejos a la madre de una niña de voluntad fuerte
—Su
hija no le pertenece; Vd. no puede hacer con ella lo que le agrade,
porque es propiedad del Señor. Diríjala con firme perseverancia;
enséñele que pertenece a Dios. Con tal preparación se desarrollará y
será una bendición para quienes la rodeen. Pero Vd. necesitará un