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El Hogar Cristiano
hijos lo saben. Haga menos caso de estas manifestaciones exteriores
de amor en abrazos y besos; descienda a lo hondo de la conducta
y muéstreles lo que constituye el amor filial. Rehuse esas mani-
festaciones como un fraude y engaño, a menos que las apoyen la
obediencia y el respeto por sus órdenes
Ni afecto ciego ni severidad indebida
—Si bien no hemos de
ceder al afecto ciego, tampoco debemos manifestar indebida severi-
dad. Los niños no pueden ser llevados al Señor por la fuerza. Pueden
ser conducidos, mas no arreados. Cristo declara: “Mis ovejas oyen
mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen.” No dice: Mis ovejas
oyen mi voz y se las fuerza a seguir la senda de la obediencia. En
el gobierno de los hijos, debe manifestarse amor. Nunca deben los
padres causar pena a sus hijos por manifestaciones de dureza o exi-
gencias que no sean razonables. La dureza empuja a las almas a la
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red de Satanás
La influencia combinada de la autoridad y del amor permitirá
sostener firme y bondadosamente las riendas del gobierno familiar.
Un deseo sincero de que Dios sea glorificado y de que nuestros hijos
le rindan el tributo que le deben nos guardará de la debilidad y de
sancionar el mal
La obediencia no requiere dureza
—Nadie se imagine ... que
la dureza y la severidad sean necesarias para obtener obediencia. He
visto casos en que se mantenía el gobierno familiar más eficaz sin una
palabra o mirada dura. He estado con otras familias donde se daban
constantemente órdenes en tono autoritario, y con frecuencia se
administraban reprensiones y castigos severos. En el primer caso, los
hijos seguían la conducta de los padres y rara vez se hablaban unos
a otros en tono áspero. En el segundo, los hijos imitaban también el
ejemplo paterno; y de la mañana hasta la noche se oían palabras de
ira, críticas y disputas
Deben refrenarse las palabras que intimiden, infundan temor y
destierren el amor del alma. Un padre prudente, tierno y temeroso de
Dios no introducirá en el hogar un temor servil, sino un elemento de
amor. Si bebemos del agua de vida, brotará agua dulce de la fuente,
no agua amarga
Las palabras duras suelen agriar el genio, hieren el corazón de
los niños, y a veces esas heridas se curan difícilmente. Los niños
resienten la menor injusticia, y al sufrirla algunos se desaniman y