Normas morales
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su mente siga esta tendencia; “porque de la abundancia del corazón
habla la boca.”...
No debierais ni por un momento dar cabida a una sugestión
impura y disfrazada; porque aun eso manchará el alma, como el
agua impura contamina el conducto por el cual pasa
Una mujer que permita que en su presencia se pronuncie una
palabra o sugestión impúdica, no es como Dios quisiera que sea; la
que permite cualquier familiaridad indebida o sugestión impura no
conserva su calidad de mujer semejante a Dios
Protegidas por un círculo sagrado de pureza
—Nuestras her-
manas deben cultivar la verdadera mansedumbre; no deben ser ha-
bladoras ni atrevidas, sino modestas, humildes y tardas en hablar.
Pueden ser corteses, pues agradarán a Dios si son bondadosas, tier-
nas, compasivas, perdonadoras y humildes. Si asumen esta actitud,
no se verán molestadas por atenciones indebidas de parte de los
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hombres en la iglesia o fuera de ella. Todos sentirán que hay en
derredor de estas mujeres que temen a Dios un círculo sagrado de
pureza que las protege de cualesquiera libertades injustificables.
En el caso de algunas mujeres que profesan tener piedad, existe
una libertad de modales descuidada y vulgar que induce al mal. Pero
las mujeres cuyo ánimo y corazón se dedican a meditar en temas
fortalecedores de la pureza en la vida y elevadores del alma para
que comulgue con Dios, no se extraviarán con facilidad de la senda
recta y virtuosa. Las tales serán fortalecidas contra los sofismas de
Satanás, y preparadas para resistir sus artes seductoras
Os suplico que, como quienes siguen a Cristo y lo profesan
altamente, que cultivéis la preciosa e inestimable joya de la modestia,
que es guardadora de la virtud
El dominio de los pensamientos
—Debéis dominar vuestros
pensamientos. Esta tarea no será fácil, y no podéis cumplirla sin
esfuerzo aplicado y aun severo. Sin embargo, es lo que Dios os
exige; es un deber que incumbe a todo ser que ha de dar cuenta.
Sois responsables delante de Dios por vuestros pensamientos. Si
os entregáis a imaginaciones vanas y permitís que vuestra atención
se espacie en temas impuros, sois en cierta medida tan culpables
delante de Dios como si vuestros pensamientos se hubiesen puesto
en ejecución. Todo lo que impide la acción es la falta de oportu-
nidad. El soñar de día y de noche, así como el edificar castillos en