Página 304 - El Hogar Cristiano (2007)

Basic HTML Version

300
El Hogar Cristiano
si le consagramos lo que queda de nuestra entrada después que
han sido suplidas todas nuestras necesidades imaginarias. Antes de
consumir cualquier parte de nuestras ganancias, debemos sacar y
presentar a Dios la porción que él exige. En la antigua dispensación,
se mantenía siempre ardiendo sobre el altar una ofrenda de gratitud,
para demostrar así la infinita obligación del hombre hacia Dios. Si
nuestros negocios seculares prosperan, ello se debe a que Dios nos
bendice. Una parte de estos ingresos debe consagrarse a los pobres,
y una gran porción debe dedicarse a la causa de Dios. Cuando
se le devuelve a Dios lo que él pide, el resto será santificado y
bendecido para nuestro propio uso. Pero cuando un hombre roba
a Dios reteniendo lo que él requiere, su maldición recae sobre el
conjunto
Recordemos a los pobres
—Para que representemos el carácter
de Cristo, toda partícula de egoísmo tendrá que ser expelida del
[335]
alma. En el cumplimiento de la obra que él confió a nuestras manos,
será necesario que demos cada jota y tilde que podamos ahorrar de
nuestros recursos. Llegarán a nuestro conocimiento casos de pobreza
y angustia en ciertas familias, y habrá que aliviar a personas afligidas
y dolientes. Muy poco sabemos del sufrimiento humano que nos
rodea por todas partes; pero al tener oportunidad para ello debemos
estar listos para prestar inmediata asistencia a los que están bajo
severa presión
Al despilfarrar dinero en lujos se priva a los pobres de los re-
cursos necesarios para suplirles alimentos y ropas. Lo gastado para
complacer el orgullo, en vestimenta, edificios, muebles y adornos,
aliviaría la angustia de muchas familias pobres y dolientes. Los
mayordomos de Dios han de servir a los menesterosos
El remedio de Dios para la codicia
—La costumbre de dar, que
es fruto de la abnegación, ayuda en forma admirable al dador. Le
imparte una educación que le habilita para comprender mejor la obra
de Aquel que anduvo haciendo bienes, aliviando a los dolientes y
supliendo las necesidades de los indigentes
La benevolencia abnegada y constante es el remedio de Dios
para los pecados roedores del egoísmo y de la codicia. Dios ordenó
la benevolencia sistemática para sostener su causa y aliviar las nece-
sidades de los dolientes y menesterosos. Mandó que se adquiera el
hábito de dar, a fin de contrarrestar el peligroso y engañoso pecado