Página 315 - El Hogar Cristiano (2007)

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Debe practicarse la economía
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el bien que podríais haber hecho con las blancas acumuladas y las
sumas mayores que gastasteis en fines totalmente egoístas
Cuidemos los centavos
—No gastéis vuestros centavos ni vues-
tros pesos en comprar cosas innecesarias. Tal vez penséis que estas
sumas pequeñas no representan mucho, pero estas muchas pequeñe-
ces resultarán en un ingente total. Si pudiéramos, solicitaríamos los
recursos que se gastan en cosas inútiles, en vestidos y satisfacciones
egoístas. Por todos lados y en toda forma nos rodea la pobreza, y
Dios nos ha impuesto el deber de aliviar de toda manera posible a la
humanidad que sufre.
El Señor quiere que sus hijos se preocupen y sean serviciales.
Quiere que estudien cómo pueden economizar en todo y no malgas-
tar cosa alguna
Parece muy pequeña la suma que se gasta diariamente en cosas
inútiles pensando: “No son más que unos centavos;” pero multi-
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plíquense esas menudas cantidades por los días del año, y con el
transcurso del tiempo las cifras parecerán casi increíbles
No compitamos con los vecinos
—No es lo mejor tratar de apa-
rentar que somos ricos o superiores a lo que somos, a saber sencillos
discípulos del manso y humilde Salvador. No debe perturbarnos el
que nuestros vecinos construyan y amueblen sus casas de una mane-
ra que no estamos autorizados a seguir. ¡Cómo debe mirar Jesús la
forma en que proveemos egoístamente para satisfacer nuestros ape-
titos e inclinaciones, o para agradar a nuestros huéspedes! Viene a
ser un lazo para nosotros el ceder al deseo de ostentación, o permitir
que lo hagan los hijos que están bajo nuestra dirección
Experiencia personal de la Sra. de White en la niñez
Cuando tenía sólo doce años, ya sabía lo que era economizar. Con
mi hermana, aprendí un oficio, y aunque sólo ganábamos veinticinco
centavos por día, ahorrábamos un poco de esta suma para darlo a las
misiones. Economizamos poco a poco hasta tener treinta dólares.
Luego, cuando oímos el mensaje de la pronta venida del Señor, y un
pedido de recursos, así como de hombres, fué para mí un privilegio
entregar los treinta dólares a mi padre y pedirle que los invirtiera
en folletos y otros impresos para comunicar el mensaje a los que
estaban en tinieblas. ...
Con el dinero ganado en nuestro oficio, mi hermana y yo nos ves-
tíamos. Entregábamos nuestro dinero a mamá, diciéndole: “Haz la