Los portales del alma
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No puede entrar sin nuestro consentimiento
—Quisiéramos
presentar a nuestro pueblo el hecho de que Dios proveyó para que
no seamos tentados más allá de lo que podemos soportar, y que para
toda tentación preparará una salida. Si vivimos totalmente para Dios,
no permitiremos que nuestra mente se entregue a imaginaciones
egoístas.
Si de alguna manera Satanás puede obtener acceso a la mente,
sembrará su cizaña y la hará crecer al punto de producir una cosecha
abundante. En ningún caso puede Satanás dominar los pensamientos,
palabras y actos, a menos que voluntariamente le abramos la puerta
y le invitemos a pasar. Entrará entonces y, arrebatando la buena
semilla del corazón, anulará el efecto de la verdad
Impidámosle todo acceso
—Todos los que llevan el nombre de
Cristo necesitan velar, orar y guardar las avenidas del alma; porque
Satanás está obrando para corromper y destruir, si se le concede la
menor ventaja
Es peligroso detenerse para contemplar las ventajas de ceder
a las sugestiones de Satanás. El pecado significa deshonra y ruina
para toda alma que se entrega a él; pero es de-naturaleza tal que
ciega y engaña; y nos tentará con presentaciones lisonjeras. Si nos
aventuramos en el terreno de Satanás, no hay seguridad de que
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seremos protegidos contra su poder. En cuanto sea posible, debemos
cerrar todas las puertas por las cuales el tentador podría llegar hasta
nosotros
¿Quién puede saber, en el momento de la tentación, cuáles serán
las terribles consecuencias que resultarán de un paso erróneo y
apresurado? Nuestra única seguridad consiste en que la gracia de
Dios nos escude en todo momento y en no apagar nuestra percepción
espiritual al punto de llamar bien al mal, y mal al bien. Sin vacilación
ni discusión debemos cerrar y guardar del mal las vías de acceso al
alma
Todo cristiano debe estar constantemente en guardia y velar sobre
toda avenida del alma por la cual Satanás pudiera hallar acceso. Debe
orar por el auxilio divino y al mismo tiempo resistir resueltamente
toda inclinación a pecar. Con valor, fe y esfuerzo perseverante, puede
vencer. Recuerde, sin embargo, que a fin de que obtenga la victoria
Cristo debe morar en él y él en Cristo