Página 363 - El Hogar Cristiano (2007)

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El don del habla
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Cesen las murmuraciones, la irritación y las reprensiones. Los que se
irritan y censuran a otros acerbamente cierran la puerta a los ángeles
del cielo y la abren para los ángeles malos
Sean los padres pacientes
—Padres, cuando os sentís nerviosos,
no debéis cometer el grave pecado de envenenar a toda la familia
con esta irritabilidad peligrosa. En tales ocasiones, ejerced sobre
vosotros mismos una vigilancia doble, y resolved en vuestro corazón
no ofender con vuestros labios, sino pronunciar solamente palabras
agradables y alegres. Decíos: “No echaré a perder la felicidad de
mis hijos con una sola palabra de irritación.” Dominándoos así
vosotros mismos, os fortaleceréis. Vuestro sistema nervioso no será
tan sensible. Quedaréis fortalecidos por los principios de lo recto. La
conciencia de que estáis desempeñando fielmente vuestro deber, os
fortalecerá. Los ángeles de Dios sonreirán al ver vuestros esfuerzos,
y os ayudarán
Padres y madres, hablad bondadosamente a vuestros hijos; re-
cordad cuán sensibles sois vosotros mismos y cuán poca censura
podéis soportar; reflexionad y reconoced que vuestros hijos son co-
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mo vosotros. No les impongáis lo que vosotros mismos no podéis
llevar. Si no podéis soportar la censura y la inculpación, tampoco
lo pueden vuestros hijos, que son más débiles que vosotros y no
pueden aguantar tanto. Sean vuestras palabras agradables y alegres
como rayos de sol en la familia. Los frutos del dominio propio, la
atención y el esmero que manifestéis se centuplicarán
Tiempo de callar o de cantar
—Vendrán pruebas, es verdad,
aun para aquellos que estén plenamente consagrados. La paciencia
del más paciente será severamente probada. Puede suceder que el
esposo o la esposa pronuncien palabras capaces de provocar una
respuesta precipitada; guarde entonces silencio la persona a quien
fueron dirigidas aquellas palabras. Hay seguridad en el silencio. Es
éste, con frecuencia, la reprensión más severa que se pueda adminis-
trar a quien pecó con sus labios
Cuando ellos [los niños y jóvenes] pierden el dominio propio y
dicen palabras coléricas, una actitud de silencio es a menudo la mejor
conducta, en vez de recurrir a reproches, disputas o condenación.
Pronto vendrá el arrepentimiento. El silencio, que es de oro, será
muchas veces más eficaz que todas las palabras que se pudieran
decir