Página 424 - El Hogar Cristiano (2007)

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El Hogar Cristiano
los intereses eternos, allí está Satanás rodeando las almas con sus
cadenas
El cristiano verdadero no deseará entrar en un lugar de diversio-
nes o participar en pasatiempo alguno sobre el cual no pueda pedir
la bendición de Dios. No se le hallará en el teatro, ni en un juego de
billar o de bolos. No estará con los alegres aficionados al vals y a
otros placeres hechizadores que destierran a Cristo del pensamiento.
A los que abogan por estas diversiones contestamos: No pode-
mos participar en ellas en el nombre de Jesús de Nazaret. No se
invocaría la bendición de Dios sobre la hora pasada en el teatro o
en el baile. Ningún cristiano quisiera hallar la muerte en tal lugar.
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Nadie querrá ser encontrado allí cuando Cristo venga
El teatro es foco de inmoralidad
—Entre los más peligrosos
lugares de placer se cuenta el teatro. En vez de ser una escuela de
moralidad y virtud, como se pretende a menudo, es el semillero de
la inmoralidad. Estas diversiones fortalecen y confirman los hábitos
viciosos y las propensiones pecaminosas. Los cantos viles, los ade-
manes, las expresiones y actitudes lascivas depravan la imaginación
y degradan la moral. Todo joven que asista habitualmente a estos
espectáculos, se corromperá en sus principios. No hay en nuestra
tierra influencia más poderosa para envenenar la imaginación, des-
truir las impresiones religiosas, y embotar el gusto por los placeres
tranquilos y las sobrias realidades de la vida, que las diversiones
teatrales. El amor por estas escenas aumenta con cada asistencia,
como el deseo de bebidas embriagantes se fortalece con su consumo.
La única conducta segura consiste en huir del teatro, del circo y otros
lugares dudosos de diversión
El baile es escuela de depravación
—En muchas familias reli-
giosas se hace del baile y del juego de naipes pasatiempos de sala.
Se insiste en que son diversiones domésticas sosegadas, de las que
se puede disfrutar con toda seguridad bajo las miradas paternas. Pero
se cultiva así una afición a estos placeres excitantes y lo que se tuvo
por inofensivo en la casa pronto dejará de considerarse peligroso
fuera de ella. Todavía queda por ver si se puede obtener algo bueno
de esas diversiones. No dan vigor al cuerpo ni descanso al intelecto.
No implantan en el alma un solo sentimiento virtuoso o santo. Por
el contrario, destruyen todo aprecio por los pensamientos serios y
los servicios religiosos. Es verdad que hay un gran contraste entre