Página 432 - El Hogar Cristiano (2007)

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Capítulo 84—Encaucemos a los jóvenes
Las normas se rebajan
—Los padres están cediendo a las pro-
pensiones de sus hijos a amar al mundo. Abren la puerta a diversio-
nes que una vez prohibían por principio
Aun entre los padres cristianos se ha sancionado demasiado
el amor a las diversiones. Los padres han recibido las máximas
del mundo, se han conformado a la opinión general de que era
necesario que la primera parte de la vida de los niños y jóvenes se
desperdiciase en la ociosidad, en diversiones egoístas e insensateces.
De esta manera se ha creado el gusto por el placer excitante, y niños
y jóvenes se han acostumbrado a ello de tal modo que se deleitan
en representaciones excitantes y les desagradan los serios y útiles
deberes de la vida. Llevan una vida que concuerda más bien con
la de los brutos. No piensan en Dios ni en las realidades eternas y
revolotean como las mariposas en su estación del año. No actúan
como seres sensatos cuya vida es capaz de medirse con la divina, y
que habrán de dar cuenta al Señor por cada hora de su tiempo
Las madres pueden idear juegos
—En vez de despedir a sus
hijos de su presencia, para no ser molestadas por el ruido que hacen
ni por las numerosas atenciones que desean, ella considerará que
el mejor empleo que pueda dar a su tiempo consiste en calmar y
distraer el espíritu inquieto y activo de ellos con alguna diversión u
ocupación ligera y feliz. La madre quedará ampliamente recompen-
sada por los esfuerzos que haga y el tiempo que dedique a inventar
entretenimiento para sus hijos.
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Los niños pequeños anhelan compañía. Por lo general, no pue-
den sentir gozo estando solos; y la madre debe considerar que, en la
mayoría de los casos, el lugar de sus hijos cuando están en la casa
es la habitación que ella ocupe. Puede entonces ejercer su vigilancia
general sobre ellos y estar lista para arreglar sus pequeñas divergen-
cias cuando ellos apelan a su juicio, corregir sus malos hábitos o
sus manifestaciones de egoísmo y de ira, y encauzar debidamente
sus espíritus. Los niños piensan que lo que a ellos les gusta agrada-
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