Página 433 - El Hogar Cristiano (2007)

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Encaucemos a los jóvenes
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rá a su madre y les resulta muy natural consultarla en los asuntos
menudos que les causan perplejidad. La madre, por su parte, no
debiera herir el corazón de su pequeñuelo sensible tratando el asunto
con indiferencia o negándose a ser molestada por cosas de tan poca
importancia. Lo que es insignificante para ella es grande para ellos,
y muchas veces una palabra de dirección o cautela en el momento
oportuno resultará de gran valor
No se les prive de placeres inocentes
—Por falta de tiempo
y reflexión, más de una madre niega a sus hijos tal o cual placer
inocente, mientras que sus dedos hábiles y sus ojos cansados se
empeñan con diligencia en labores destinadas solamente al adorno,
que a lo sumo sólo sirven para fomentar la vanidad y la prodigalidad
en sus jóvenes corazones. Al acercarse los jóvenes a la edad adulta,
estas lecciones dan por fruto el orgullo y la falta de dignidad moral.
La madre se queja de las faltas de sus hijos, pero no se da cuenta de
que cosecha lo que ella misma sembró.
Hay madres que no tratan a sus hijos de un modo uniforme. A
veces les permiten hacer o tener cosas que les perjudican, y otras
veces les niegan placeres inocentes que llenarían de contento los
corazones infantiles. En esto no siguen el ejemplo de Cristo, quien
amaba a los niños, comprendía sus sentimientos y simpatizaba con
ellos en sus placeres y sus pruebas
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Cómo los regía la Sra. de White
—Cuando los niños ruegan
que se los deje ir en cierta compañía, o asistir a tal reunión para
divertirse, decidles: “Hijos, no os puedo dejar ir; sentaos aquí mismo
y os diré por qué. Estoy trabajando para la eternidad y para Dios. El
es quien os confió a mi cuidado. Para vosotros, ocupo el lugar de
Dios, y por lo tanto debo velar sobre vosotros como quien deberá
rendir cuentas en el día de Dios. ¿Quisierais que el nombre de vuestra
madre se anotase en el libro del cielo como el de quien no cumplió
su deber para con sus hijos y dejó que el enemigo entrase y ocupase
el terreno que ella debiera haber ocupado? Niños, voy a deciros cuál
es el buen camino, y luego si decidís apartaros de vuestra madre y
entrar en caminos de maldad, ella estará libre de culpa, pero vosotros
tendréis que sufrir por vuestro pecado.”
Así solía obrar yo con mis hijos, y antes que terminara de hablar,
se ponían a llorar y decían: “¿No quieres orar por nosotros?” Natu-
ralmente, nunca rehusaba orar por ellos. Me arrodillaba a su lado