La vida en el hogar edénico
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el arpa de oro, y por las bóvedas del cielo repercute el canto triunfal:
“¡Digno, digno, digno es el Cordero, que fué inmolado y volvió a
vivir!” La familia de Adán repite los acordes y arroja sus coronas a
los pies del Salvador, inclinándose ante él en adoración.
Presencian esta reunión los ángeles que lloraron por la caída de
Adán y se regocijaron cuando Jesús, una vez resucitado, ascendió al
cielo después de haber abierto el sepulcro para todos aquellos que
creyesen en su nombre. Ahora contemplan el cumplimiento de la
obra de redención y unen sus voces al cántico de alabanza
Mansiones para los peregrinos de la tierra
—El temor de ha-
cer aparecer la futura herencia de los santos demasiado material ha
inducido a muchos a espiritualizar aquellas verdades que nos hacen
considerar la tierra como nuestra morada. Cristo aseguró a sus discí-
pulos que iba a preparar mansiones para ellos en la casa de su Padre.
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Los que aceptan las enseñanzas de la Palabra de Dios no ignorarán
por completo lo que se refiere a la patria celestial.... El lenguaje
humano no alcanza a describir la recompensa de los justos. Sólo
la conocerán quienes la contemplen. Ninguna inteligencia limitada
puede comprender la gloria del paraíso de Dios.
En la Biblia se llama la herencia de los bienaventurados una
patria. Allí conduce el divino Pastor a su rebaño a los manantiales
de aguas vivas. El árbol de vida da su fruto cada mes, y las hojas del
árbol son para el servicio de las naciones. Allí hay corrientes que
manan eternamente, claras como el cristal, al lado de las cuales se
mecen árboles que echan su sombra sobre los senderos preparados
para los redimidos del Señor. Allí las vastas llanuras alternan con
bellísimas colinas y las montañas de Dios elevan sus majestuosas
cumbres. En aquellas pacíficas llanuras, al borde de aquellas corrien-
tes vivas, es donde el pueblo de Dios que por tanto tiempo anduvo
peregrino y errante, encontrará un hogar
Hay mansiones para los peregrinos de la tierra. Hay vestiduras,
coronas de gloria y palmas de victoria para los justos. Todo lo que
nos dejó perplejos en las providencias de Dios quedará aclarado en
el mundo venidero. Las cosas difíciles de entender hallarán enton-
ces su explicación. Los misterios de la gracia nos serán revelados.
Donde nuestras mentes finitas discernían solamente confusión y
promesas quebrantadas, veremos la más perfecta y hermosa armo-
nía. Sabremos que el amor infinito ordenó los incidentes que nos